Primera derrota de la temporada para el Real Zaragoza de “El Pipo” Baraja, contra el Málaga. Tras tres encuentros en los que el conjunto maño adoleció su falta de gol, pero en los que la suerte le sonrió, el Málaga acabó arrancándole tres puntos de La Romareda que invita a la reflexión.
Inicio estático y desacertado
El planteamiento inicial de Baraja no fue el acertado. El Málaga de Sergio Pellicer supo cómo jugarle a un Real Zaragoza dominador del esférico (591 pases), pero no dominante con él. Y es que la tutoría del balón fue una de las claves de la primera parte. Con los hombres que Baraja plantó sobre el terreno de juego, el equipo pecó de lentitud en sus movimientos tanto con como sin balón. Con cinco defensas, tres centrocampistas y dos delanteros centro, el cuadro andaluz se aseguró un bloque bajo bien arropado con las ideas claras provocando el fallo zaragocista y superando en intensidad a su rival.
Mismos problemas ofensivos
Los problemas en ataque de la primera parte contra el Albacete se volvieron a repetir. Zannimachia y Larrazábal, otra vez en los mismos costados, se metían hacia dentro para acumular gente en el carril central y dejar así vía libre a las subidas de los laterales. Al final resultó que las internadas de Luca y Larra dieron pie una situación de embudo de la que el Zaragoza no supo salir. El extremo bilbaíno estuvo incómodo y errático en los 45 minutos que jugó; por su parte, Zannimachia se mostró voluntarioso y anárquico con el balón en sus pies, pisándose los espacios con Narváez y el Toro.
Las bandas titulares no demostraron ser la solución a un problema que empieza a echar raíces. Además, ni Tejero ni Nieto pisaron zonas de centro durante la primera parte y el equipo, sin que su principal argumento ofensivo funcionase, se fue apagando poco a poco hasta que el árbitro pitó el pitido final del primer tiempo. Si a todo esto le sumas la horizontalidad de los pases de un Javi Ros y un Eguaras desacertados, el resultado es la mala imagen del equipo en los primeros 45 minutos.
El Málaga, a diferencia del Real Zaragoza, tenía muy claro cuál era el objetivo. Con Chavarría y Caye Quintana en la punta de ataque, los balones recuperados iban directos al espacio para que estos se buscaran la vida en territorio comanche.
Es sabido por todos las limitaciones de Atienza y Guitián a campo abierto, por lo que los malacitanos buscaron las cosquillas a los centrales blanquillos que se mostraron mucho más inseguros que en otras ocasiones. En el primer gol, los zagueros zaragocistas mostraron una falta total de coordinación en la marca que, tras un buen centro de Rahmani, aprovechó Chavarría de cabeza para adelantar a los boquerones. Diez minutos después, el segundo, tras una buena contra del Málaga protagonizada por sus dos delanteros. Esta vez fue Caye Quintana el que sacó provecho de la lentitud y flacidez defensiva del Zaragoza.
Mal planteamiento, acertada solución
Si los problemas ofensivos y creativos del partido contra el Albacete volvieron a aparecer, también lo hizo la figura de Bermejo para darle un aire nuevo al equipo. Parece que Baraja no acaba de dar con la tecla del once titular, pero sí con la de los revulsivos que esta vez no fueron suficiente para conseguir la victoria.
Con Sergio Bermejo y Haris Vuckic sobre el terreno de juego, el Zaragoza escalonó un sistema que durante la primera parte fue demasiado plano y estático. Sin Luca y sin Larra, el 4-4-2 adquirió más dinamismo y verticalidad con un Bermejo tirado a la derecha que supo leer y entender el partido. Los laterales maños subieron líneas en fase ofensiva y Narváez, el faro en ataque del equipo, partió desde la izquierda con más libertad de movimientos. Todo ello le dio una capa de pintura nueva que tapó parte del estropicio anterior. El Málaga, al ver el panorama de asedio a su portería, se encerró aún más en su propia área en aras de mantener el excelente resultado labrado en la primera parte.
Dinamismo sin efectividad
El partido dejó de aburrir al aficionado maño entre otras cosas por la imperiosa necesidad de darle la vuelta al resultado y porque la presencia de jugadores con mejor pie mejoró el espectáculo. Baraja ordenó a sus jugadores en un 4-2-4 en ataque sitiando la portería de Juan Soriano con llegadas continuas y varias ocasiones de gol clarísimas. Papu y Adrián protagonizaron la segunda rueda de cambios sustituyendo a Ros y al Toro Fernández. Ambos saltaron al campo con ganas de aportar y mejorar lo que había sobre el césped.
Capítulo a parte merece el delantero charrúa que volvió a ser un islote en medio del océano. A Vuckic le tocó descansar tras sus partidos internacionales y la titularidad volvió a Fernández para desaprovecharla. Fuera de zona y poco acertado en el pase y el remate, fue sustituido con más sombras que luces.
Narváez generó más peligro que nunca desde la banda izquierda y Bermejo volvió a encontrar en Papunashvili a su mejor aliado. La movilidad constante de los blanquillos propició que Narváez, desde la derecha, pusiese un centro tenso y certero al área pequeña para que Adrián recortase distancias. Tras el gol, pocas más ocasiones generó el Zaragoza que realizó una segunda parte meritoria de algo más.
El partido contra el Málaga ha generado muchas dudas en los aficionados y seguramente también en el cuerpo técnico. La solidez defensiva no debe ser sinónimo ni de vacío ofensivo ni de aburrimiento con el balón. Este Real Zaragoza cuenta en sus filas con variados recursos para jugar más y mejor al fútbol. Chavarría no debe salir del once y Bermejo debe entrar de una vez por todas si algo se quiere cambiar en este equipo. La derrota tenía que llegar más pronto que tarde, pero aprender de ella será el primer paso para mejorar la imagen frente al Leganés. Ni antes éramos tan buenos, ni ahora tan malos.