El Real Zaragoza perdió de la forma más cruel que existe en el fútbol. El gol de Ezzarfani en el último suspiro de un pérfido partido de fútbol pone entre las cuerdas a un Rubén Baraja sin crédito alguno. No fue el peor partido que se le ha visto al Real Zaragoza en las jornadas que llevamos de campeonato, de hecho se podría decir que fue el más constante en juego y en ocasiones, pero los problemas troncales de los que adolece se volvieron a repetir sin ningún tipo de respuesta. La confianza de los jugadores y del entrador está por los suelos; cada vez cuesta más visualizar un Zaragoza ganador a corto plazo si nada de lo que hay ahora cambia.
Un partido condenado al empate
Tras el bochornoso espectáculo del domingo pasado frente al Sabadell, los cambios en el once eran más que evidentes. Eso sí, el sistema con el que el Zaragoza saltó en Anduva no varió con respecto a lo que viene acostumbrando esta temporada y que tan pobres resultados ha ofrecido. Con la entrada de James Igbekeme por Eguaras –el navarro pedía el banquillo a gritos–, la vuelta al doble lateral con Chavarría y Nieto, más la entrada del Toro Fernández en detrimento de Vuckic, el equipo dibujaba un 4-4-2 más físico en el medio y en la delantera.
El Mirandés nunca fue un rival fácil en su estadio. A pesar de la revolución masiva que ha sufrido su plantilla este mercado de fichajes, los hombres de José Alberto López configuran un cuadro compacto en defensa y con variantes en ataque. El 4-3-3 de arranque se adapto bien a las predecibles propuestas del cuadro maño, sin sufrir en exceso aunque sin apenas llegadas al área de Cristian Álvarez. No obstante, los de Miranda de Ebro son un equipo por construir y con numerosas debilidades.
El enfrentamiento entre ambos equipos estaba siendo una merienda dura de digerir. Muchas imprecisiones, juego muy plano y pocas ocasiones que señalaban al 0 a 0 como el desenlace preestablecido. Pero en el fútbol los pequeños detalles cuentan hasta el pitido final y el Real Zaragoza desconecto en el instante decisivo.
Los de siempre y poco más
En el cómputo general, son pocos los jugadores a los que se les puede poner buena nota en el partido de ayer. La sensación que desprende el equipo es de desconfianza y de falta de conexión entre ellos. Lo primero va casi siempre ligado a las victorias y lo segundo seguramente haya que mirar hacia el banquillo para comprender por qué estos jugadores no acaban de rendir en estas posiciones posiciones.
La línea defensiva en su conjunto, con los dos centrales y los laterales, cumplió en un partido sin muchas idas y venidas. Tejero y Chavarría, en el doble lateral, se proyectaron bien en ataque, y Atienza y Guitián se mostraron muy sobrios en sus acciones.
Pero si hay que destacar a alguien sería a Sergio Bermejo. Desde el costado derecho con clara tendencia a jugar por dentro, volvió a actuar de faro en un ataque muy nublado. El madrileño es el único que aporta un toque de picante cada vez que recibe la pelota perfilado hacia la portería rival. Su centro de gravedad bajo y la gran técnica que atesora le hacen ser un jugador al que pocas veces le arrebatan el balón si no es con una falta de por medio. Sin embargo, el ex del Celta B pecó frente al Mirandés de no elegir siempre la mejor opción o momento de pase. Nada que la experiencia no lime. Otro tema a parte es que sus compañeros de parcela no le suelen acompañar en sus intentonas y muchas de las jugadas acaban en agua de borrajas a causa de la escasez de opciones.
Uno de los mayores atractivos con los que contaba el partido era volver a ver en acción a James Igbekeme como titular. Tras los pobres partidos de Eguaras en el doble pivote junto a Javi Ros, fue momento de probar algo distinto y colocar al nigeriano en la sala de máquinas zaragocista. De menos a más y falto de ritmo competitivo, James estuvo muy atento al corte y aportó algo de empaque a un centro del campo descosido desde hace tiempo. Siempre con la cautela por delante, la vuelta de Igbekeme puede ser una de las pocas buenas noticias del equipo estas semanas.
El Toro se toreó a sí mismo
Si hay un jugador que está en el ojo de todos cada vez que juega es Gabriel Fernández. El charrúa no ha arrancado de la mejor forma posible su andadura con el Real Zaragoza. La falta de rodaje le está pasando factura a un jugador que parece no disfrutar sobre el terreno de juego. Frente al Mirandés gozó de sus ocasiones más claras para estrenar su contador de goles. La primera, un disparo a boca jarro que a un metro de la portería se marchó alto del arco de Raúl Lizoaín; la segunda, cabezazo muy blando tras una buena jugada ensayada del equipo.
El partido del delantero uruguayo dista mucho de lo que se le presupone al delantero referencia de este equipo. En el pase estuvo desacertado (11/22 pases buenos); en las disputas aéreas no supo imponerse (1/4 duelos ganados por el aire); y de cara a puerta tuvo un día gafe con dos fallos manifiestos.
Más allá de la calidad que pueda tener el Toro Fernández y de su ritmo de competición, está claro que lo que sucede en este jugador es una falta de confianza en sí mismo abrumadora. La paciencia y la constancia será la clave para ver a un Toro digno de llevar este escudo, pero todo tiene un límite y el Zaragoza necesita realidades cuanto antes.
¿Y ahora qué?
El de ayer no fue el peor partido de este rácano Zaragoza. La continuidad en el juego y las ocasiones creadas dan buena parte de ellos. Además, el rival era de los más asequibles de la categoría a pesar de la derrota in extremis.
Lo que no hay que perder nunca es la perspectiva. Son 8 puntos de 21 –dos de ellos regalados por el Alcorcón–. Unos números paupérrimos si se quiere aspirar a algo más que a salvar la categoría. Y para más inri, las próximas semanas el Zaragoza se tendrá que enfrentar contra los gallitos de la categoría.
Son mucha las preguntas que se estarán haciendo los aficionados zaragocistas tras el partido de Anduva. La derrota en el último minuto deja muy tocado a un Rubén Baraja que no convence. Está claro que hay algo que no funciona en este equipo; la plantilla ha demostrado contar con variantes para desarrollar un fútbol distinto que lleve al Zaragoza a vencer de nuevo. La pregunta es si el Pipo Baraja está dispuesto a romper con lo establecido o si de lo contrario mantendrá una idea de juego que, de momento, parece insostenible.