Juan Carlos Carcedo quiere construir un Zaragoza variado y rico desde lo táctico, capaz de vestir muchas pieles para los partidos. De momento, encuentra más lagunas que soluciones, a la espera de que la competición y el tiempo agilicen los mecanismos de un equipo imberbe. En Pinilla, ante un rival con sentido táctico como el Teruel, el Zaragoza estuvo lento y previsible, sin las llaves del juego ni instrumentos para cambiar los partidos.
Carcedo quiere que Jaume Grau sea su pared maestra. Lo ubica entre centrales, como centinela y guía del partido. El recurso parece útil ante rivales que te buscan en la presión, pero innecesario ante un equipo en su guarida. Situarle en ese lugar le da el foco a los dos centrales. Y a ninguno le sienta especialmente bien ese papel. Jair es un central empeñado en defender; tan correcto en esa suerte que no conviene buscarle en otra. Lluís López se equivoca mucho más de lo que acierta. Mientras Grau proyecta la jugada, con elegancia y la cabeza levantada, busca la solución en sus compañeros de media.
La sala de máquinas del Zaragoza
A Bermejo se le ve fino, explosivo, dulce. Eugeni juega al trote y, con eso, no siempre le basta. Los dos reciben demasiado lejos del peligro, mientras una guardia pretoriana les espera. Y entre tanta armadura, Bermejo o Eugeni no suelen hacer mucho más que unas cosquillas.
El problema no solo reside en la dificultad de crear ventajas para los atacantes. El gran mal de este equipo se sitúa en el retorno. Con Grau demasiado camuflado entre centrales, ni Bermejo ni Eugeni pueden recorrer las grandes praderas que se presentan. El equipo se vuelve largo y vulnerable; estéril en ataque, poco aplicado en defensa.
La opción Chavarría
El nivel ofrecido por Pep Chavarría propone soluciones para Carcedo. Más veloz que nunca, el catalán asume responsabilidades variadas en el juego. En fase ofensiva, es habitual verle en el pasillo interior, en una diagonal imaginaria. Ese movimiento se da especialmente en la compañía de Giuliano Simeone, un jugador con apetito pero sin regate. Simeone por fuera y Chavarría por dentro, en un ataque que modifica sus puntos de partida pero al que le siguen faltando registros definitivos.
Azón se desmarca y Puche agita el juego. Y, de momento, los dos muestran más intención que suerte. El equipo se desordena en las segundas partes, con el carrusel de cambios. En el plan que dibuja Carcedo, las piernas de Francho serán fundamentales, para recorrer los metros que a otros les faltan. Manu Molina le da un sentido diferente al partido, con su facilidad para encontrar la siguiente línea a través del pase. Narváez parece más entonado en este inicio y el Zaragoza recupera para Tarragona a Zapater, Cristian Álvarez, Vigaray, Ratón y Petrovic.
En el rompecabezas de Juan Carlos Carcedo, quedan todavía varias piezas sin resolver. Y, a menos de 20 días para el inicio del curso, se encuentran más preguntas que respuestas en su sistema.