ZARAGOZA | “No me gusta que me marquen goles a balón parado”, confesó Gabi Fernández con el partido todavía reciente, herido por un detalle que condicionó el resultado. Los dos goles llegaron de esa forma, en un duelo marcado por la tensión y los miedos, resuelto a través de la estrategia. En una categoría impredecible, el balón parado es una suerte clave, un factor definitivo. Y la marcha del equipo lo demuestra a través de un detalle fundamental: ningún equipo es tan vulnerable como el Real Zaragoza en la estrategia.
El Real Zaragoza, el peor a balón parado
El Zaragoza ha encajado 17 goles en el balón parado (2 más si se le añaden los penaltis), en un registro que lidera en solitario. Y en el que ha empeorado de una forma alarmante en el último mes de competición, con 6 goles recibidos en los últimos tres partidos. Hay un detalle que llama la atención: los dos equipos que siguen al Real Zaragoza en esa clasificación son Cartagena y Tenerife, que tienen más de un pie en la Primera RFEF.
Vulnerable en contra y productivo a favor, el Zaragoza ha alcanzado una cifra similar en ataque, con 17 tantos. En ese punto está en el segundo lugar de la categoría, aunque conviene resaltar algunos de los matices: su rendimiento a balón parado ha descendido en el área contraria a medida que se sumaban más goles en la propia. Y su deriva en la temporada no se explica sin un factor que ha supuesto el 42 % de los goles encajados en la temporada.
Un mal desde la esquina
El desglose de los goles recibidos en la estrategia describe muchas cosas. El mayor defecto se concentra en la defensa de los córners, donde el Zaragoza ha encajado 9 goles en el curso. Con dos peculiaridades: 2 de ellos llegaron a través de un saque indirecto, con el Burgos y el Eldense como artífices. El equipo alicantino parece ya el mayor rival en la carrera por la salvación y también es el equipo que más daño le hizo al Zaragoza en la esquina: tres de sus goles partieron desde el córner.
El resto de los tantos que ha recibido el Zaragoza en estrategia son tres a través de una falta indirecta, uno a partir de una falta directa y dos de ellos de penalti. Los cuatro goles que faltan no aparecen en todas las estadísticas: parten de saques de banda o de saques de meta, en un matiz que descubre las huellas de un mismo defecto.
Al acabar el partido, el técnico recurrió a la única receta que tiene validez: el trabajo intensivo. El Zaragoza debe mejorar en una faceta que se decide a través de una suma de variables: la concentración, la repetición, la calidad defensiva o el acierto del lanzador. “No nos queda otra opción que trabajar a muerte el balón parado”, dijo Gabi al acabar su estreno. No eligió mal el sintagma: al Zaragoza le va la vida en ello.