El Huesca resolvió con algo de suspense un atípico plan de partido al que está acostumbrando sin querer. O empieza con el pie izquierdo y debe remontar o se adelanta pero sufre hasta el final. Por suerte, en ambos casos resulta victorioso. Y a estas alturas, el fin sí justifica los medios.
No obstante, el cuadro oscense no es de extremos. Mantiene una línea. Se ampara en una tendencia progresivamente positiva porque sus evidentes defectos están por debajo de sus increíbles virtudes. En resumen: los de Rubi hacen más cosas bien que mal, por lo que siempre están más cerca de ganar que de perder pese a que en ocasiones aparenten lo contrario.
Ya no se trata de aquel equipo supersólido que cimienta sus triunfos desde un exhaustivo control de los partidos. Ahora los machaca mediante golpes. Y cuanto más golpea el rival, más fuerte lo devuelve un Huesca que ha experimentado cómo Moi Gómez (el azulgrana que más corrió, 12,3 km.) se ha convertido en su más absoluto catalizador.
En El Arcángel, a los azulgranas les costó y mucho tener el duelo bajo control. El Córdoba, en un 4-3-3, presionó muy alto y bien la salida de balón visitante y mantenía a todas sus líneas lo suficientemente juntas para que el Huesca apenas encontrase receptor en corto y, así, tuviese que jugar en largo estando tan oprimido que el respectivo cuero enviado no era en absoluto limpio. Sin alguien como ‘Chimy’ en un contexto como ese, no bastaba con ‘Cucho’.
El conjunto blanquiverde, por tanto, ganador de las segundas acciones, sí tuvo el encuentro aparentemente controlado aunque estuvo carente de precisión en terreno oscense. Mientras, a los de Rubi les quedaba posicionarse sobre el verde lo mejor posible para que sus propias entregas fuesen certeras y obligasen a un valiente Córdoba a retrasarse paulatinamente. Lo logró cuando Melero actuó en el perfil izquierdo del centro del campo, juntándose mucho a Moi y ambos a Ferreiro.
Así, con claridad servida y acompañada de dinamismo, los de Rubi podían ir enlazando posesiones largas a través de las cuales centrarse en el encuentro y ganar confianza. Confianza que llegó de golpe gracias al gol. Situado en un 4-4-1-1 sin balón, en un bloque medio y sin una excesiva presión, el Huesca, con él, se desarrolló por izquierda más y mejor que por derecha. Pese a no ser en ningún caso profundo al actuar Akapo por dicho costado, conectó de manera excelente y entonces dañó al Córdoba, aglutinando más del 63% de posesión justo tras el tanto y hasta el descanso.
Con el 0-2 quedaba un nuevo encuentro: los de Sandoval fueron a por todas y el Huesca adoptó una línea más conservadora. El Córdoba superó a los azulgranas generando por dentro, llevando fuera y terminando en área, alcanzando los 390 pases completados, (266 del Huesca) pero no se acordó de defender mientras atacaba, es decir: se lanzó a la ofensiva olvidándose de protegerse ante una posible pérdida. De este modo, el Huesca pudo conectar unos pocos pases tras recuperación para batir líneas, transitar a su antojo y acabar con su rival.
Si bien el conjunto altoaragonés quedó descalificado sin balón, el Córdoba no se presentó. Únicamente se obcecó en cómo atacar y, pese a causarle enormes problemas al Huesca, fue golpeado una y otra vez por unos azulgranas que no cesaban en hacer sangre. El ‘atácame tú que luego te ataco yo’ le funcionó a la perfección a un Huesca en ventaja en el marcador y finísimo con el esférico que salió vencedor de un duelo resuelto por el que más eficaz se mostró.