ZARAGOZA | El Real Zaragoza planea una reconstrucción masiva de su plantilla en el mercado de fichajes, cuatro años después de que Víctor Fernández pronunciara una frase que nunca quedó obsoleta. En esta ocasión no ha hecho falta que la volviera a pronunciar, pero sí ha plagado sus ruedas de prensa de referencias al verano de 2019. Aquella vez la mezcla de Víctor Fernández con Lalo Arantegui sirvió para rondar el ascenso. Ahora, en un curioso guiño del destino, la historia se repite: en esta ocasión se buscará la sintonía con Juan Carlos Cordero.
En aquel verano, el Real Zaragoza ejecutó 14 movimientos de salida y 12 de entrada entre los dos mercados. Entre los fichajes más recordados están Luis Suárez, Shinji Kagawa, Carlos Vigaray, Raphael Dwamena o Javi Puado, que sustituyó al penúltimo. La salida más dolorosa y evocada fue la de Pep Biel, que dejó una frase célebre en boca de Víctor: “Me sacaron a Pep Biel”. Pero entre el invierno y el verano llegaron otras marchas imposibles de olvidar: Álvaro Vázquez, Marc Gual, Giorgi Papunashvili o Jorge Pombo.
El fútbol parece en Zaragoza un circuito infinito, cuyos pasos se relacionan, cuyas cuerdas se atan en el mismo lugar. Ese hilo infinito pertenece a Víctor Fernández, que ha sustituido este verano la reconstrucción por un sintagma que pone a la plantilla en pleno estado de alerta: “decisiones dolorosas”.
La reconstrucción de la plantilla
Entre las elecciones más complejas de Víctor Fernández no está Fran Gámez. El lateral no renovará su contrato con el Real Zaragoza, en una decisión que se le atribuye a Cordero. El director deportivo le negó una nueva oportunidad en Zaragoza, en busca quizá de un salto definitivo de calidad en la posición. Su implicación, su capacidad para progresar por su perfil o adaptarse a diferentes puestos no ha sido suficiente para entrar en el plan estratégico de Víctor y Cordero. Tampoco su sentido de club, presente desde siempre, pero especialmente visible en las últimas semanas.
En el inicio del verano, las decisiones dolorosas parecen mucho más traumáticas que la única salida ya escrita. En un proyecto que quiere partir de las rescisiones de contrato, no hay demasiados jugadores intocables. Ni siquiera Cristian Álvarez, el más intocable de todos los integrantes de la plantilla hasta la fecha, se ha escapado de las primeras sospechas. Su caso, por el valor que tiene para el club y por su rendimiento de siempre, no debería admitir demasiadas dudas: Cristian Álvarez no se toca. Al menos, mientras él se vea con capacidad para rehacerse de las lesiones del último curso, mientras sienta que “el niño sigue vivo”.
Las primeros cálculos del club incluyen alrededor de 15 entradas y otras tantas salidas. Nadie escapa de las dudas, con Sinan Bakis o Quentin Lecoeuche como las más recientes. Víctor Fernández y David Navarro le han cogido un temor especial a las lesiones y en el grupo pocos futbolistas han escapado de esa sombra. Mientras planean una compleja renovación para Alejandro Francés, ni jugadores tan simbólicos como Francho Serrano o Iván Azón tienen garantizada una apuesta decidida. Se espera, eso sí, que el dúo que forman Cordero y Víctor tengan un punto de memoria y recuerden que ambos han sido especialmente necesarios para salvar los últimos precipicios.
El Real Zaragoza medita su enésima renovación en el mercado de fichajes veraniego, con Víctor Fernández y Juan Carlos Cordero al frente del organigrama deportivo, con Mariano Aguilar y Emilio Cruz en la cúpula. A Fernando López le espera otra labor, la de administrar recursos para un equipo en permanente reconstrucción. Cuatro años más tarde y, como casi siempre, el fútbol vuelve a ser un bucle en Zaragoza.