El Zaragoza volvió a perder a domicilio ante un Alcorcón líder que tiene un sistema de juego muy definido y ante el que, a pesar de los estudios por parte del Alcaraz, nada pudo hacer el equipo blanquillo. La banda derecha es el gran baluarte ofensivo de los alfareros, a lo que hay que añadir un gran orden defensivo. Con ello, el Alcorcón se permite incluso el lujo de ceder el balón al rival, consciente de que su férreo y ordenado sistema impide el avance del conjunto contrario. El planteamiento era claro, pero Alcaraz y sus chicos no supieron disponer sus armas sobre el terreno de juego.
Alcaraz volvió a apostar por su esquema de 5 defensas, castigando a aquellos jugadores que más errores habían cometido en las últimas jornadas. Comprensible es el caso de Verdasca, no tanto el de Lasure. En el caso el portugués, venía pidiendo a gritos la suplencia después de cometer errores de bulto que le estaban costando puntos al Zaragoza. Lasure, en cambio, debe afrontar sus actuaciones con un plus de complicación en la labor de involucrarse en tareas ofensivas a la vez que no descuida la defensa.
Alcaraz ha sido claro en este aspecto: nadie tiene el puesto asegurado, el que se confía debe pasar por el banquillo y darse cuenta de que otro compañero más en forma le puede arrebatar la titularidad. Es un buen método para mantener una tensión positiva en el grupo, pero también puede llevar a que el equipo no disponga de la regularidad necesaria en una línea tan fundamental como la defensiva. Ahí, los jugadores deben estar bien acoplados, sabiendo las posibilidades de sus compañeros y siendo conscientes de las carencias y virtudes de unos y otros. Ese compañerismo, para tapar brechas y hacer relucir lo mejor del grupo, solo es posible con continuidad en el bloque defensivo.
En esta ocasión, Alcaraz dio entrada a Benito en el lateral derecho, con Delmas como central, Álex Muñoz de titular y Nieto en la izquierda. Un baile de fichas que funcionó durante los primeros compases del encuentro pero que fue perdiendo solidez con el paso de los minutos. En el primer tiempo, el Zaragoza cedió el balón al Alcorcón y esperó demasiado replegado atrás, confiando en su línea de 5 defensas para mantener la portería a cero. Ese repliegue hizo que Eguaras, Igbekeme y Biel no se lucieran en el centro del campo. Dieron un paso atrás, fruto del potencial ofensivo y manejo de balón del rival. Las combinaciones con Vázquez y Pombo fueron totalmente anuladas.
Nieto, demasiado nervioso y cada vez más cansado ante los ataques de Sangalli y Laure, se quedo en la caseta en el descanso. Lasure recuperaba así su presencia en el campo, con el objetivo de taponar la zona de más peligro del Alcorcón. Los blanquillos, como suele ser habitual, salieron con las revoluciones a flor de piel tras pasar por el vestuario y tuvieron un par de llegada al área de Lizoain. Como suele suceder últimamente, sin finalización. Las posibilidades de puntuar de los de Alcaraz se quedaron ahí, no hubo nada más. El Alcorcón metió el miedo en el cuerpo a los zaragocistas con un disparo que Perone sacó en línea de gol. Ahí aparecieron los fantasmas. El Zaragoza fue de nuevo presa de sus propios demonios, esos que impiden que el equipo crea en sus posibilidades.
Con los nervios, se perdió el orden y sin orden, el Alcorcón supo como llegar al área de Cristian y forzar jugadas de peligro. La primera, terminó con un penalti que supuso el 0 a 1. Ante esos síntomas de descontrol, Alcaraz cambió el dibujo y pasó del 5-3-2 a jugar con 4 defensas, dando entrada a Gual en lugar de Álex Muñoz y volviendo al ineficaz sistema del rombo. La entrada posterior de Soro por Pombo, dejaba a Gual y Vázquez como referentes arriba y a Soro como enganche en el vértice alto del rombo.
Si el sistema no había funcionado en jornadas anteriores, tampoco lo hizo ahora. La improvisación y la indefinición derivaron en el segundo gol del Alcorcón, que remató el partido en el 86 para dejar al Zaragoza más moribundo que nunca. Tras este resultado, el precipicio defensivo del Zaragoza se acentúa y su escaso potencial en ataque se ve cada vez más aminorado. Para remediarlo, el Alcaraz entrenador debe dejar aparecer al Alcaraz psicólogo y comprender así, que el orden no lo es todo. El orden sin la calma necesaria es ineficaz. Y este Zaragoza lo que necesita es saber jugar contra sí mismo y su ansiedad.