El Real Zaragoza volvió a regalar un partido ante un rival que ni siquiera hizo méritos para llevarse los tres puntos. La rigidez de Rubén Baraja y su incapaz de adaptarse a las piezas que tiene, volvieron a condenar al equipo maño. Catalogar al Leganés como rival directo quizás sea demasiado atrevido cuando el Real Zaragoza tan solo ha sido capaz de derrotar al Albacete con un gol en el 87. Lo cierto es que, por muy alto que la clasificación eleve al equipo aragonés, la vista no debe sobrepasar la franja de los 50 puntos. La inmovilidad táctica y la falta de recursos durante el partido han evidenciado las carencias de un Rubén Baraja al que el domingo le podría llegar su primer ultimátum.
Rubén Baraja, un fanático del 4-4-2
Intentar imponer un estilo de juego cuando no se cuenta con los jugadores adecuados tiene su riesgo. La carrera de Baraja dio un salto cualitativo desembarcando en La Romareda. Sin gente en las gradas, pero con un estilo marcado, en Zaragoza gusta lo bueno y bonito. Así fue la planificación deportiva, con jugadores de buen pie, agresivos al espacio, habilidosos en el uno contra uno y con facilidad para el último pase. Desde laterales tremendamente ofensivos hasta extremos y delanteros atractivos a la vista del espectador. Todo lo contrario al estilo de un Rubén Baraja empecinado en imponer un juego defensivo, monótono y aburrido, centrado en mantener la portería a cero y aprovechar las escasas llegadas a portería rival.
Su forma de entender el fútbol le ha llevado a mantenerse fiel a una idea de juego en torno al 4-4-2. Un esquema donde los centrales deben ser seguros y agresivos. Donde el doble pivote debe aportar un trabajo defensivo enorme y la claridad necesaria para organizar al equipo en fase ofensiva. Un esquema en el que los laterales deben ser los encargados de llegar a línea de fondo y centrar en búsqueda de delanteros puramente rematadores. Nada más lejos de la realidad. El Real Zaragoza no se parece en nada a aquel juego que se pretende con la implementación de este sistema. Sin embargo, desde el banquillo zaragocista se sigue sin apostar por un cambio de idea, volviendo a tropezar por enésima vez en la rigidez del esquema más antiguo de la historia del fútbol.
Todos al pie, nadie al espacio
Dentro del esquema del Real Zaragoza, los jugadores no encuentran su sitio. La mayoría han visto cómo se les desnaturalizaba dándoles entrada en una posición atípica. Tejero cambió el Eibar de Mendilibar, donde la mayoría del partido estaba en campo contrario, para venir a un Real Zaragoza en el que debe estar continuamente pendiente de su espalda. Chavarría ha pasado de ocupar el carril izquierdo completo del Olot a encorsetarse en un lateral izquierdo en el que es incapaz de encontrar huecos para correr. Adrián González abandonó la mediapunta del Málaga para ubicarse en un doble pivote encargado de la distribución y la destrucción de juego. Mientras que Vuckic y Toro Fernández pasaron de correr los balones al espacio a no recibir nunca un balón de cara a portería, obligados a cuerpear y descargar a los costados sin más esperanza que conservar la posesión.
El Real Zaragoza es un mar de dudas. La idea de Baraja no ha calado en unos jugadores reticentes a pedir balones al espacio. La opción fácil es pedir el balón al pie para volver a jugar con otro compañero que lo esté pidiendo totalmente en estático. Ni una ruptura, ni un movimiento de engaño. El Real Zaragoza pretende jugar una partida de ajedrez en un juego que exige más mordiente y atrevimiento. Combinar los desmarques de apoyo con los desmarques de ruptura debe ser una constante para tratar de descolocar al equipo rival y generar espacios. Sin embargo, la planitud del 4-4-2 y la ausencia de jugadores que jueguen a distintas alturas provocan la ausencia de desmarques al espacio cuando el equipo equipo es incapaz de meterle mano a un rival bien replegado y ordenado.
Las jugadas de estrategia son un problema recurrente
Mientras los equipos trabajan en búsqueda de equipos de analistas que consigan sacar partido de las jugadas de estrategia, el Real Zaragoza sigue en su estancamiento habitual. En un fútbol moderno en el que cada vez se premian más este tipo de jugadas, el equipo maño sigue siendo un completo ingenuo que paga caro los errores a balón parado. José Arnaiz decidió con un trallazo a la escuadra un partido abocado al empate a nada. Pero las facilidades zaragocistas y los errores en el marcaje le pusieron en bandeja la victoria al conjunto pepinero. En el gol, Bermejo debe marcar a dos atacantes que se quedan al borde del área, por lo que llega tarde a la presión del jugador que acaba recibiendo.
Pese a que los once jugadores del Real Zaragoza se encontraban en el área, ninguno fue capaz de tapar el disparo. La tímida presión de Bermejo y la lentitud del resto de defensores para salir a tapar facilitaron el golpe de un Arnaiz al que le sobraron segundos para pensar dónde colocar el esférico.
Las desatenciones en jugadas de estrategia defensivas se han convertido en una tónica habitual en los primeros partidos del Real Zaragoza. Durante la primera mitad, el Real Zaragoza sufrió para defender saques de esquina en los que volvió a perder la concentración y no estuvo atento a las marcas. El Leganés pilló desprevenido al Real Zaragoza sacando en corto con hasta dos jugadores sin marca y con un Bermejo que no llega a la presión. El centro a punto estaría de convertirse en el primer gol del partido. Un aviso de lo que a la postre sucedería.
Rubén Baraja no hace uso de los cambios
Rubén Baraja no agotó los cambios. Ni siquiera sacó a los jugadores capaces de darle un plus en ataque. El Real Zaragoza acabó el partido con Raí, Zanimacchia, Papu y Buyla sin haber pisado el césped. En su lugar entraron Guitián, Javi Ros, Larrazabal y el Toro Fernández. Estos dos últimos por dos hombres de ataque. Con el marcador en contra, Rubén Baraja dejó en manos de un improbable error defensivo del Leganés la oportunidad de, al menos, llevarse un punto de Butarque. Al equipo zaragocista le faltó agresividad y valentía en campo contrario. Al Real Zaragoza le faltó el atrevimiento propio del extremo italiano, de un Papu en periodo de reinserción en el equipo o de Raí, cuya ficha se tramitó por el ya ex zaragocista Shinji Kagawa.
El Real Zaragoza tiene un fondo de armario suficiente. Quizás no envidiable. Pero sí superior en calidad y cantidad al de la media de Segunda División. Con más de media hora por delante, el equipo achacó la falta de jugadores de refresco que aportaran una versión nueva. Durante los últimos treinta minutos, ningún jugador zaragocista pisó el área de Cuellar. Ninguno se atrevió a probarle desde lejos. Y ninguno llegó a posiciones de centro para meter un balón que generara algún tipo de duda. Los cambios, esta vez, no mejoraron, sino que incluso empeoraron todavía más la cara de un Real Zaragoza que sale debilitado de Butarque.