El Real Zaragoza supo cómo jugarle y cómo ganarle al Éibar. En la fría tarde festiva del Día de la Constitución el cuadro dirigido por Juan Ignacio Martínez respondió con acierto las preguntas que revoloteaban el ambiente previo al partido. Los tres puntos encendieron por completo la ilusión –tintineante hace unas semanas– de una afición volcada con su equipo.
A veces es mejor aceptar las limitaciones de uno mismo antes que pretender alcanzar lo imposible. Y Jim es muy consciente de las flaquezas y fuerzas de una plantilla que ha caminado durante mucho tiempo sobre el alambre. Por ello, y conociendo el potencial técnico de un recién descendido como el cuadro eibarrés, el Zaragoza dibujó el plan de partido que tan buenos resultados genera frente a rivales de entidad.
Con la línea defensiva por excelencia, Jim volvió a confiar en un medular conformada por Petrovic en el eje y Francho e Igbekeme en los flancos derecho e izquierdo respectivamente. Para generar peligro, se ubicaron Bermejo y Borja Sainz a pierna cambiada en las bandas, y Álvaro Giménez en la punta de ataque. Un once con una estructura que comienza a asentarse en los partidos ante rivales de enjundia.
Petrovic, el ancla del Real Zaragoza
El pivote serbio volvió a actuar como titular tras cuajar un partido discreto en Lezama contra el Amorebieta. Sin embargo, Jim tenía un plan y la figura de Petrovic resultaría fundamental para su correcta ejecución. El ex del Almería cercó su parcela de campo y junto a los dos centrales formó un triángulo defensivo desde el cual el Zaragoza se sostuvo durante buena parte del partido.
Ante el Éibar, Petrovic a penas tuvo influencia con el balón en los pies, se limitó a asegurar posesiones y a no arriesgar en campo propio. A Radosav no se le puede exigir velocidad, agilidad con los pies ni tampoco presencia ofensiva. El de Ub, por su complexión física, ha de actuar a modo de ancla, ese jugador que sujete al equipo y que haga jugar con mayor libertad al resto de compañeros mejor dotados técnicamente. Se ha comprobado que los interiores, y en especial Francho, rinden a mayor nivel cuando detrás tienen al serbio. Sin quitar ni un ápice al excelente rendimiento del canterano frente al Éibar, su actuación sería difícil de entender sin Petrovic unos metros por detrás.
Además, en el tramo final del encuentro cuando el Eibar sacó toda su artillería pesada al campo los 193 centímetros de Petro se hicieron valer por alto. En definitiva, un jugador distinto que permite plantear contextos distintos al entrenador. Algo de lo que el Zaragoza carecía últimamente.
Gestión impecable del resultado
Cuando, llegada la hora de partido, Alejandro Francés engatilló la volea en dirección al fondo de las mallas de la portería del Fondo Norte de La Romareda, Jim supo que era su momento. El 1-0 a favor propició un partido nuevo. El Zaragoza activó el modo defensivo echando varios metros hacia atrás la línea defensiva, introduciendo un tercer central y cediendo la iniciativa a un Eibar que jugaba contra el reloj. El protagonismo corrió a cargo de Jair y Francés, que lideraron una zaga sin miramientos hacia todo lo que sobrevolaba las inmediaciones del área zaragocista. Un ejercicio defensivo sobresaliente.
Los equipos de Juan Ignacio tienen como principal seña de identidad el rigor defensivo. El conservadurismo bien entendido dio lugar a una gran gestión de un resultado valiosísimo para los interese locales. Con la entrada en los últimos minutos de partido de Adrián González e Iván Azón, jugadores teóricamente ofensivos pero con implicaciones defensivas innegables, el Zaragoza amarró por completo la victoria.
Aprender a adaptarse
A pesar de la victoria, el Real Zaragoza debe sacar varias lecciones del partido frente al Eibar. El juego de los de Jim cambia drásticamente cuando delante está un rival con iniciativa y calidad. Los blanquillos parecen asimilar mucho mejor sus roles en el campo cuando la teoría les tilda de inferiores. Por lo tanto, la mejora del Zaragoza en el segundo tramo de la temporada debe pasar por adaptarse al medio que se plantee cada semana, sea quien sea el rival.