Para la Sociedad Deportiva Huesca y sus aficionados, 2022 podría ser el año de reasunción de la realidad societaria y futbolística del club. En lo deportivo, el año termina con mejores sensaciones que doce meses atrás pese a que los réditos no son mucho más abundantes. Sin embargo, la decepción (y el sobresalto) han dado paso a un cierto conformismo y -en un juicio muy particular- a un cierto contento derivado de un hecho obviamente discutible: el fútbol ha sido generoso con un equipo que propone poco más que rigor; un fútbol ordenado pero áspero y ayuno de creatividad salvo en el caso de Juan Carlos, faro único e insuficiente por sí solo.
El club llama al optimismo y redunda en el mensaje de la capacidad de mejora. Sin embargo, el equipo rara vez gobierna los partidos. Deshagamos un malentendido: se puede lograr este objetivo, el de regir el juego, sin necesidad de convertir el tocar en un tocar y tocar el balón camino de ninguna parte; también puede conseguirse por otra vías, las del orden con pegada o, al menos, con sensación de peligro las pocas veces que se tiene el balón.
El Huesca ha ido cambiando de narrativa en el campo, y de un discurso esmerado, si no de verso si de prosa poética (con tendencia, eso sí, al barroquismo) ha pasado a una prosa desnuda y desabrida, escrita sobre el césped con los códigos de la escrupulosidad gramatical y la corrección sintáctica, casi completamente despojados de cualquier alegría estructural o semántica.
Sirva la referencia lingüística del fútbol aplicada al Huesca como pequeño y particular homenaje a un futbolero excepcional, por su afición y por su altura intelectual y moral, un azulgrana de otro equipo azulgrana: el Bolonia. El año 2022 se conmemoró el centenario del nacimiento Pasolini, poeta y director de cine, forofo del balompié en el estadio y en las campas de los arrabales de Roma, en los que jugaba improvisados partidos con los chavales de las barriadas; empeñado en casar cultura y fútbol frente a las etiquetas despreciativas de la intelectualidad alérgica al sudor -del andamio o del césped- y también cronista o escritor sobre fútbol. Suyo es, precisamente, un artículo sobre prosistas y poetas en el campo de juego.
Es mi pequeño obsequio de Reyes, una modesta recomendación para matar el gusanillo antes de la reanudación de la temporada en Segunda: “El fútbol según Pasolini”, de Valerio Curcio (Altamarea).
Que 2023 nos traiga los menos sustos posibles y deje en el Alcoraz una prosa aseada, por supuesto, pero precisa y efectiva también.
Queda claro: el ‘juego’ del Huesca es tan árido… que no inspira a nadie…
Por un año sin reyes…
Salud 2023!