Pese a que el equipo no atravesaba su mejor momento tanto por resultados como por sensaciones sobre el terreno de juego, el despido de Nacho Ambriz por la SD Huesca fue bastante inesperado. Aunque no fue ni la primera, ni la segunda, ni la tercera opción por parte de la directiva azulgrana para ocupar el banquillo, el club quería dar confianza y paciencia a la adaptación del nuevo entrenador.
Al final, la relación ha durado tan solo 12 jornadas, quizá una reacción consecuencia de lo que ocurrió con Míchel la temporada pasada. El técnico mexicano se encontró con una plantilla muy reducida pese a ser uno de los equipos con mayor presupuesto de la categoría y, aunque la culpa ni mucho menos pertenece solamente a Ambriz, es el turno de repasar cuáles han sido las grandes equivocaciones que han provocado su despido.
1 – Sin identidad de juego
Ambriz llegó a la SD Huesca con las ideas claras de qué futbol quería practicar en su nuevo equipo. Con buen trato de balón, dinamismo en las transiciones, protagonismo de la defensa en el ataque y fuerte presión tras pérdida. Durante la complicada pretemporada, poco a poco estas ideas se fueron reflejando sobre el terreno de juego hasta que se dejaron ver en su máximo esplendor en las dos primeras jornadas de la liga.
Sin embargo, aquello tan solo fue un mero espejismo. En el partido contra Las Palmas comenzaron a verse las carencias hasta que en los encuentros contra el Oviedo y contra el Lugo acabaron por destaparse del todo. Juego caótico sin capacidad de sacar el balón con criterio y crear en las 3/4 partes del campo. Fallos garrafales en la línea de atrás donde los azulgranas sufrían la mínima presión rival. Lo peor es que estos fallos se repetían y repetían en cada partido dejando visible que no había nadie al timón para trabajar y emendar los errores.
2 – Demasiadas pruebas en una liga desconocida
En ocasiones, el mexicano quiso jugar a ser dios y la realidad de la Segunda División le acabó pasando factura. Comenzó la temporada con un 4-3-3 que le funcionó a las mil maravillas y entonces decidió probar con un 4-4-2 que solo significó desgracias. Lo peor era que, de manera intermitente, insistía en volver a este sistema cuando era evidente que el equipo no sabía ejecutarlo bien.
Por otra parte, muchos de los cambios que realizaba tanto entre cada jornada (cargándose de la titularidad a jugadores que se estaban haciendo importantes como Nwakali o Joaquín) como durante el propio partido con cambios demasiado tardíos y que incluso restaban, carecían de sentido.
3 – Resultadista
Si en algo destacaron las ruedas de prensa de Ambriz es que era bastante transparente y, sobre todo, autocrítico. No tenía ningún problema en reconocer cuándo se equipo había sido peor, los fallos que habían cometido e incluso dónde había errado él mismo. Sin embargo, quiso ensalzar demasiado las dos victorias aisladas que consiguió el Huesca en San Sebastián y en Girona, triunfos que no reflejaron la realidad de un equipo que hizo a Andrés Fernández el mejor jugador partido tras partido.
4 – No ganarse a la plantilla
Ambriz intentó por activa y por pasiva convertirse en una figura entrañable y querida por parte de la SD Huesca y su afición. Ya lo dijo en su presentación: “La base de un buen equipo es formar un gran familia unida”. No lo consiguió. La presión y las dudas que se generaron entorno al equipo tampoco ayudaron y pudimos ver episodios tan reveladores como el reproche de Ferreiro al mexicano en Lugo.
El técnico mexicano intentó ganarse a los capitanes, dar fuerza a la comunicación con los jugadores para reconducir a la plantilla hacia la luz, pero tampoco lo logró. El hecho de que los jugadores tuvieran una comida el pasado lunes para afianzar lazos y que en ella no formaran parte el cuerpo técnico, deja clara esta cuarta y última equivocación.
Una vez analizados los cuatro puntos, queda cerrada la etapa de Ambriz como técnico azulgrana, la historia de lo que pudo ser y no fue. Desde México insisten en que el tiempo le hubiese acabado dándole la razón, tal y como lo demostró en el Club León, pero eso ya nadie lo sabrá nunca. Ahora es el turno de encontrar a un entrenador que dé con la tecla en el equipo, recupere el ánimo y, sobre todo, afiance una identidad clara. Mientras tanto, la directiva debe dar un paso adelante, asumir su parte de culpa y, sobre todo, trabajar ya para un mercado de fichajes invernal acorde al presupuesto y a las expectativas.