Todos coincidimos en calificar la temporada del Huesca como histórica. Nunca antes ha llegado a estas cotas, y queda por saber si alcanzará el Everest o se quedará a las puertas de la cima. El año ha transcurrido sin ningún sobresalto interno y con el viento de cola que ha proporcionado una racha deportiva inigualable. Anquela ha sabido manejar el vestuario, jugar con los egos y crear una piña que se ha mantenido sólida con el paso de las semanas, con la dificultad que ello representa. El fútbol profesional, lleno de intereses individuales, saca egoísmos que ponen en juego el éxito grupal, pero en Huesca este año eso no ha existido. Y momentos sensibles a enfados surgen en cada entrenamiento, en cada convocatoria y alineación. Pero al trabajo casi perfecto de Anquela le queda una última asignatura, quizás crucial para tocar el cielo: Vadillo.
El extremo andaluz ha resucitado para el fútbol, como el propio jugador reconoció, y lo ha hecho en Huesca. Para ello ha gozado de una paciencia extraordinaria por parte del técnico, que lo puso casi desde el inicio sacrificando a otros jugadores que estaban mejor. Era un inversión de futuro, decían. Y la apuesta estaba resultado perfecta…hasta la lesión.
Álvaro Vadillo llevaba camino de convertirse en la gran alegría de la Segunda (con permiso de Samu) con un juego lleno de confianza, regate, velocidad y goles. Todo se cayó tras ese pinchazo que por momentos hizo que el jugador se temiera lo peor. Sin embargo, y tras confirmarse que no había lesión, el regreso a su mejor versión está tardando más de lo esperado, y esa impaciencia está traicionando toda la evolución del futbolista.
Desconozco quien lleva peor estos tiempos, pero a tenor de las declaraciones de ambos creo que los dos por igual. Entrenador y jugador están condenados a entenderse y no ayuda que se crucen palabras en los medios. El éxito del Huesca está en sus manos. Vadillo debe volver a ser que nos abría la boca; sin él todo va a ser mucho más inviable, el ‘playoff’ se aleja sin su implicación total. Y Anquela lo sabe. Ahora debe acertar en la estrategia para lograrlo. En privado, mejor.