ZARAGOZA | El Real Zaragoza se va debilitando con el paso del tiempo. Esto es una cosa indiscutible. Cada jornada va colocando al equipo en una situación peor. Que el tiempo corra hacia delante no le hace avanzar, sino todo lo contrario, retroceder. El equipo no juega a nada desde que comienzan los partidos, pero el azar puede colocarle con un resultado favorable fruto de la calidad individual de la plantilla. Pero otra vez el paso del tiempo juega en su contra, y con el paso de los minutos el equipo pierde fuelle y se descompone de una manera más evidente aún que el de las primeras partes.
El trabajo de Escribá no se ve por ningún lado. No hay ni una estructura táctica, pero tampoco se ve un trabajo físico. El equipo llega a los últimos instantes de cada partido con un bloqueo mental y físico. Que no hay energías ni para pensar ni para correr se está viendo en casi todas las jornadas que han transcurrido, pero es en esta última donde se ha hecho más evidente. No se puede entender qué con una ventaja de dos goles, el equipo no sepa qué hacer para mantener el resultado de una manera que la taquicardia no sea necesaria. El que tendría que ser el pensador del grupo, es decir, el entrenador, parece que no sabe cómo hacerlo, pues repite su sistema de inacción de siempre. Y si esto ya es preocupante, también lo es que no se supla este sindiós táctico y estructural, con un trabajo físico donde el equipo puede utilizar esa energía para que llegue donde no lo hacen las ideas.
“Nunca segundas partes fueron buenas” es una expresión que viene de El Quijote. Cervantes hace parodia de sí mismo y utiliza la ironía para dejar por escrito en la segunda parte del libro más universal, que esta es manifiestamente peor. En el Real Zaragoza, nuestro Quijote, Escribá, dejar engordar su “panza” mientras los gigantes de su imaginación le ganan los partidos de la realidad.
El lugar de Fran Escribá
Es cierto que esta expresión también se ha utilizado para el mundo del cine y de la pareja sentimental. En el cine todo el mundo habla de la excepción que es “El Padrino 2”, pero es que Marlon Brando y Escribá no se parecen ni en el brillo de sus ojos. Que el entrenador del Real Zaragoza tiene seca hasta la mirada es algo que se ve con facilidad. Los capos de la mafia también son fríos y calculadores, pero cuando no consiguen resultados, cambian de manera drástica su forma de actuar. El mundo de la pareja es más complejo, y sólo los que están dentro de ese vínculo conocen los pactos a los que han llegado para llevar hacia delante esa relación. Sí una vez rota se vuelve a intentar que funcione es creer que la persona va a cambiar por completo para que la otra se encuentre a gusto. Y eso además de imposible, es un acto egoísta y desolador. El zaragocismo no necesita echar a Escribá y volver a ficharlo, para saber que este entrenador no tiene ganas de cambiar las cosas, y que prefiere conseguirlas, sí es que es así, desde la nada más palpable.
El equipo se cae en las segundas partes porque no sabe lo que pasó en la primera. Jugar al azar hay que dejárselo a Paul Auster para que lo haga por escrito. Pero el fútbol para ser escrito de manera bella y literaria, debe pasar por los muchos borradores escritos durante la semana. Tirar a la basura en una bola el manuscrito con la táctica planeada sobre el césped que se ve que no funciona. Escribir mucho sí lo que se quiere es construir una novela. Sería un pecado que un servidor acabase cansado después de escribir estas pocas palabras para este artículo, lo importante es haberlas pensado lo suficiente para creer que son las más correctas. En el césped hay que aprender a correr con cabeza, pero son las piernas las que deben estar frescas para que lo hagan el máximo de tiempo posible. Lo importante es el camino, y no darse cuenta de lo caminado. A Ítaca se llegará en junio y sin darnos cuenta, será la única manera de lograr nuestro ansiado objetivo.