ZARAGOZA | Sergio Bermejo cumple su tercera temporada en el Real Zaragoza y mantiene la misma impresión que en su llegada. Siempre parece capaz de todo, pero le cuesta terminar aquello que empieza. Este año, dueño del 10 desde el inicio, se esperaba un salto definitivo en su evolución. El curso de la competición ha proporcionado una realidad diferente. Bermejo no vive una temporada demasiado distinta a las anteriores. En su fútbol, hay momentos de inspiración, pero muchos minutos de letargo.
Ningún dorsal tiene una simbología tan especial como el 10 en el fútbol. Al dueño de ese número se le pide que sea distinto: mágico, líder, genial todos los días. Se le exige además que pida la pelota como si le perteneciera. Bermejo no responde a esos patrones. No se sabe aún si el madrileño no asume esa responsabilidad por pura timidez o porque su fútbol está hecho solo de pequeñas dosis. Ni siquiera con su mejor valedor en el banquillo, con el entrenador que le hizo debutar en el fútbol profesional, ha podido mostrar constancia en el juego y regularidad en la temporada. Sigue sin ser el 10 que el Zaragoza necesita.
Sergio Bermejo y el Real Zaragoza, más señales que certezas
Sergio Bermejo cumplirá esta temporada 100 partidos con el Real Zaragoza. En ese tiempo, siempre se le ha considerado una promesa, un jugador que pertenece a una estirpe distinta. Todos sus entrenadores tuvieron un buen concepto de él en algún momento. Pensaron que su zurda podía resolver las situaciones más complejas, que había arte en su juego, talento puro en sus regates. Pero en el balance general siempre ha habido más señales que certezas, instantes más que partidos, más impresiones que números. Las estadísticas de este curso lo demuestran: solo ha marcado un gol y ha repartido tres asistencias en 21 partidos.
En el inicio de la temporada, Juan Carlos Carcedo le negó las segundas partes, alertado por los valores de esfuerzo que aparecían en sus registros. Con la llegada de Fran Escribá, Bermejo ofreció sus mejores momentos. Feliz, lúcido en el juego y en el desborde, generó ocasiones y fue capaz de cambiar el ritmo de los partidos. Una lesión, la segunda del curso, paralizó su explosión y Bermejo ha regresado muy lejos del nivel al que se fue.
Ahora, vive uno de sus peores momentos en Zaragoza, frágil en los duelos, sin ese cambio de ritmo que le hace especial. En la recta final de la temporada, se sigue esperando a Bermejo; al 10 que se intuye en sus destellos y no al jugador que ha sido la mayor parte del tiempo. Su zurda le ofrece una solución: la oportunidad de dejar de ser una eterna promesa.