Granada llegó a la pista del Levitec Huesca con la clara idea de salir de ella como llegó: líder de la LEB Oro. Y el quinteto altoaragonés con la voluntad de oponer una férrea resistencia. Los dos clubes llevan caminos divergentes, pero sobre la pista, las diferencias se tienden a aplanar. Al menos, ese es el objetivo. El club altoaragonés encara el final de la LEB Oro plenamente renovado. Es difícil que le dé tiempo de salvar los muebles, pero hay que intentarlo como sea. A veces se suele pasar por alto algo que es fundamental: el deporte es más que los resultados… aunque esto sea lo más importante. Sobre todo para el horizonte más próximo.
Granada no quiso sorpresas. Y lo bueno de la competición es que no está exenta de ellas. Cuando tú eres caballo ganador lo mejor es dejarlo claro pronto. Granada se puso a ello en la misma medida que los de Carlos Lanau evitarlo. Y como ejemplo de estar enchufado, el que dio el técnico. Hizo rectificar una decisión arbitral que había dado el balón a los andaluces y la jugada terminó en canasta de los de casa para poner el 9-13.
Ante rivales así, estar conectado desde el primer segundo es vital. Además, el Levitec goza de una afición incondicional y eso ayuda a estrechar las diferencias, a pelear cada bola, a no arrugarse. Evitar canastas fáciles del rival era uno de los primeros objetivos del Peñas. A tipos con calidad, si les dejas, te abren un boquete. El Peñas resistió y cerró el primer cuarto 8 abajo (16-24).
El segundo cuarto lo abrió Levitec de forma brillante e incluso gozó de un ataque para ponerse a dos. Que estaba enchufado el equipo era claro. Un triple de Alonso puso el 25-28. Era importante que el quinteto andaluz dudara, se sintiera incómodo. Granada paró el reloj y reordenó su juego. No le fue bien. Kumpys, con un triple, equilibró el marcador a 30 puntos y Alonso puso al Peñas por encima. Sin duda, los mejores minutos del Peñas. No solo del partido, también de la temporada.
Y con un juego así, más de uno pensó por qué no llegaron antes las nuevas incorporaciones, por qué no se saca siempre esta garra. El ayer sirve de poco. Más bien de nada, pero bueno, a veces el consuelo cicatriza heridas y tiende puentes de cara a próximos retos. El 38-34 con el que se fue al descanso era, cuanto menos gratificante. Es que funcionaba hasta la pizarra de Lanau.
El segundo acto se abrió con la certeza de que Granada iba a apretar y la seguridad de que si el Peñas quería hacerse con la victoria necesitaría incluso subir su dinámica de juego. Y aguantó con ventaja el tercer parcial jugando de tú a tú a un Granada que, muy posiblemente, no entendía lo que sucedía sobre el parquet. Eso sí tiró de galones por escribirlo de forma clara. Su técnico sacó a relucir el poderío que da liderar la clasificación para, incluso, meterse en la cancha y protestar de forma un tanto airada algunas decisiones arbitrales.
Al último cuarto se entró con un 48-51 en el electrónico. Todo por decidir. Granada atacó y defendió con más certeza que Peñas y Lanau tuvo que parar el reloj con 51-60 en el electrónico a 6’29” del final. El partido se le empezaba a ir entre los dedos y necesitaba de una reacción fulminante para volver al encuentro. La imagen ante la parroquia era inmejorable, pero había que coronarlo, porque intentarlo estaba claro que era un hecho. De forma inexplicable surgieron dudas en lo que parecían lanzamientos cómodos. Alonso tomó el mando del juego y repartió criterio ante un Granada que mandaba en el marcador y pese a la diferencia sentía que Peñas siempre estaba allí. Incluso con el 55-66 y menos de tres minutos para el final.
Al Peñas le pesó en esos momentos la responsabilidad, la decisión de tomar las riendas en los momentos más calientes, de jugársela. Y allí, sucumbió. La derrota contra el Granada estaba entre las posibilidades. Lo mejor del partido es que el juego que ofreció el quinteto de Lanau abriga esperanzas para terminar la competición de forma más digna en cuanto a resultados. El camino ya sabe cuál es.