Al Real Zaragoza le afecta desde hace tiempo un trauma en las áreas. Tirita ante la posibilidad del gol, se angustia y convoca al mal fario. Le afecta a Narváez, que pone todo de su parte hasta el punto de que nada se le puede reprochar. Y le afecta también a todos sus acompañantes.
Da la impresión de que JIM aprovechó el verano para estudiar la historia, el fútbol que se ajusta a la identidad de La Romareda. Los intérpretes son otros, muy lejos de aquellos que ganaban y hacían disfrutar al mismo tiempo. Y eso no hay nadie que lo pueda cambiar de momento. Pero el juego, por más que desespere a cualquier fiel, entretiene, divierte y transmite.
JIM en Zaragoza
La temporada pasada JIM asumió una situación en la que no había red de seguridad. El equipo no pensó demasiado en atacar, pero sí supo defenderse. Entendió que el Zaragoza debía guardar su portería, aplicarse en la vigilancia del área. Fue un equipo rocoso y poco más. Así consiguió una segunda vuelta con grandes registros, pero cada punto era una agonía, una invitación al sufrimiento y una guerra sin cuartel. El regreso del público a los estadios quizá condicionó su cambio de modelo. 6 jornadas más tarde, el Zaragoza está situado en puestos de descenso, en un punto muy cercano a la tumba de Baraja. Afortunadamente, las impresiones generales han cambiado. La imagen del equipo es distinta y eso que el fútbol nunca ofrece, tiempo, es exactamente lo que necesita esta plantilla.
Lo peor que le puede pasar a un equipo que juega bien y que no gana es que quiera cambiarlo todo. Normalmente, termina jugando mal y perdiendo al mismo tiempo. Quizá por eso, ante los primeros obstáculos de la temporada, el Zaragoza tiene que mantener más que nunca su propuesta. Porque, precisamente, es en los momentos de máxima dificultad cuando tu propuesta puede salvarte.
Esa aspiración no debe estar reñida con la corrección de algunos errores sustanciales. El ideal de esta plantilla reside en que los dos cursos de JIM se fundan en uno solo: la identidad de este año y alguno de los atributos que permitieron la salvación en el pasado. El “hijo de Torrecilla” debe mejorar en la defensa del área, en la atención de los detalles y seguir generando un alto volumen de juego. Y, por supuesto, debe acertar más de lo que ahora acierta. Solo así, con la suma de esos factores, podrá librarse de sus maldiciones más cotidianas.
Es tarde y recopilo las estadísticas más llamativas del Zaragoza en esta temporada. Sus intentos fallidos, sus errores en boca de gol, las acciones más destacadas de los porteros rivales. Descubro entonces una cita que le sienta bien a mi equipo. 39 palabras que una leyenda dejó para resumir una de las enseñanzas más importantes del deporte:
“He fallado más de 9.000 tiros en mi carrera. He perdido casi 300 partidos. Veintiséis veces se me confió el tiro ganador y no anoté. He fallado una y otra vez en mi vida. Y por eso tuve éxito”.
(Michael Jordan)
Pienso entonces que Michael no solo estaba hablando de Jordan, sino de las claves de la vida y del juego. En ese momento, ensayo una receta para el equipo de JIM, una salida para este laberinto:
“Sigue fallando, Zaragoza”.