Y al final pasó. Seguramente de forma inesperada, aunque siempre saldrán los optimistas diciendo ‘yo ya sabía que se subía el viernes’, o cosas parecidas. Se supiera o no se supiera, se fuera más o menos optimista para el partido frente al Numancia, la cosa es que el principal objetivo se ha conseguido, y ahora, toca decir simplemente gracias.
Gracias a los futbolistas. A los pocos que se quedaron y a los muchos que vinieron, a préstamo, con contrato largo o condicionado, por elegir este club cuando peor estaba, cuando había un proyecto desconocido. Cuando firmar por este equipo era un cheque en blanco, un barco a la deriva sin saber qué rumbo coger para retornar a Primera, sabiendo que hacía mucho tiempo que un recién descendido no pasaba más de un año en segunda sin retornar a la Primera División, por venir a un club que aunque en los últimos años haya saltado al panorama nacional, tiene muy poca solera en la historia del fútbol, y ya se sabe que además del proyecto, los nombres y los escudos son un buen reclamo.
Gracias por darlo todo sobre el césped, con aciertos y con errores, pero nunca se ha visto que el equipo bajara los brazos. Se habrá visto cansancio físico, pero nunca ha fallado el coco ni las ganas de cumplir. Especialmente gracias a los que tiran del carro, siempre tiene que haber unos cuantos que lo hagan, por contagiar a tanto jugador nuevo de la idiosincrasia de este club.
Gracias a la afición. Acogió con una resignación magnífica el descenso porque vio que era imposible reprochar nada a los futbolistas. Sufrió el maremoto Oikos y no dudó en confiar en un proyecto que no tenía hombres ni nombres al principio, que tenía más de 20 caras nuevas al inicio de la temporada. Y nunca desfalleció, ni siquiera cuando el equipo era demasiado irregular a domicilio. El posible cabreo se pasaba en cuanto los jugadores saltaban a El Alcoraz y ganaban el partido. Soportó con paciencia estoica el no poder apoyar al final, y dio una lección de civismo celebrando el ascenso. Reverencias a la afición del Huesca.
Gracias a Míchel. Fue el primero en dar el sí quiero y ha cumplido. Cuando digo Míchel, hablo de todos sus ayudantes, porque el entrenador es la cabeza visible, el saco donde caen todos los golpes, pero tiene gente por detrás. Seré más exhaustivo próximamente porque creo que Míchel merece una columna aparte para que esto no quede muy largo. Me han costado entender decisiones y planteamientos, pero el objetivo de Michel era ascender. Si era vía play offs bien, si era de forma directa, mejor. Objetivo cumplido: enhorabuena.
Gracias al club por varias cosas. Por llevar de forma magistral la limpieza del nombre SD Huesca desde el nacimiento de la pesadilla Oikos. Sé que ha costado muchas horas de sueño, pero ha merecido la pena. Gracias al ‘iluminado’ que decidió dividir la ayuda al descenso y ser previsor, por si no salía bien el primer proyecto. Porque lo más fácil hubiera sido jugárselo a una carta, más aún tras el pequeño fracaso de no haber podido o sabido hacerlo mejor en el estreno en Primera División, y gracias a quien hace mucho tiempo, entendió que el Huesca no era sólo de la ciudad que le da el nombre sino de toda una provincia. Porque el viernes, no sólo se sentía orgulloso el socio 48, por poner un ejemplo, o el señor que vive en Avenida Pirineos y que lleva 12 años yendo a El Alcoraz. A las 23.00 del viernes 17 de julio, había gente feliz en Alcampell, en Ayerbe, en Boltaña, en Payaruelo, en
Ansó, y en el resto de municipios de la provincia, porque el Huesca ha sabido transmitir que es el equipo de toda una provincia, que lleva su nombre por España y que desde hace unos años, es escaparate para el resto del mundo también. Eso, además de no poder pagarse con dinero, es
un orgullo que, al menos a quien escribe, no le cabe completo en el pecho.
Así que gracias a todos, sin personalizar, sin señalar. Porque todos juntos somos más fuertes. Sí, ya sé que suena a eslogan barato y poco original, además de repetitivo, pero qué quieren que les diga, es muy cierto: cuantas más voces unidas, más retumban y más lejos llegan.
Finalmente, déjenme acabar con un poco de ironía y una pizca de mala leche, que ya saben que a veces acostumbro a dejar un poco: aunque no siga la frase que una vez pronunció Agustín Lasaosa y que decía literalmente: “A los desagradecidos, les pagamos con indiferencia”, puño cerrado y dedo corazón extendido, para esos “listos” que dijeron no al Huesca el verano pasado y no quisieron venir.