La SD Huesca finalizaba su exigente semana con un meritorio empate en Gijón, que unido a la victoria de prestigio en Almería y al empate en casa ante el Reus cuando el partido agonizaba, ha dejado la sensación de que el equipo no solo compite ante cualquiera, sino que tiene un sello propio que le hace ser respetado cada día más por cualquier rival y en cualquier estadio.
Son ya varios los partidos donde el Huesca no solo ha mostrado una buena imagen sino que ha tuteado y por momentos ha sido superior a equipos de la talla de Osasuna en su estadio, Valladolid y Rayo Vallecano -a los dos últimos se les ganó en dos partidos exigentes y consecutivos en casa-. En esta, última semana donde el equipo ha tenido que padecer el terrible calendario y además recorrer una gran cantidad de kilómetros a lo largo de nuestra geografía, ha seguido demostrando las grandes capacidades que posee con la exhibición de juego y goles en Almería y el buen punto cosechado en El Molinón ante el Sporting.
Equipos, todos ellos, que han pisado la Primera División de nuestro fútbol en un pasado cercano y que tienen un denominador común: el ascenso de categoría. Pero si algo nos está dejando el cuadro de Rubi en este inicio liguero -puntos al margen- es su identidad. Juegue donde juegue, tenga el rival que tenga enfrente e intervengan los futbolistas que intervengan, siempre tiene un sello personal. Ha tardado poco en que la impronta del nuevo entrenador se haya visto reflejada en el juego del equipo, que desde un primer momento mostró que quería ser importante a través del balón, pero sin descuidar lo más importante y a la vez más difícil de conseguir en esta exigente Liga 1|2|3: encajar pocos goles.
Y lo está consiguiendo. La solidez sigue siendo una de las cualidades principales de este Huesca, como el curso pasado. Son 8 los tantos encajados por los azulgrana a estas alturas de campeonato y se da la circunstancia que solo 2 de ellos (Numancia y Reus) han sido de jugada. Todos los restantes han sido recibidos a balón parado, o bien de falta, de córner o desde el fatídico punto de los once metros, lo que deja a las claras que el trabajo defensivo del equipo está siendo muy bueno, destacando bajo palos el joven guardameta Remiro, que con sus intervenciones está consiguiendo sujetar al equipo cuando lo este lo necesita.
Pasadas 10 jornadas de Liga -la cifra fijada por Rubi para echar un ojo a la tabla clasificatoria- queda claro que el técnico barcelonés no solo ha sabido recoger el buen legado dejado por Anquela, sino que lo ha trabajado y moldeado a su gusto en un inicio que, pese a dejar alguna duda en el aficionado por lo exitosa de la campaña pasada, está haciendo olvidar a base de buen juego y puntos lo realizado la pasada temporada.
Un gran mérito a estas alturas, donde una temporada más el ramillete de equipos que están implicados en la zona alta es tremendo, dejando patente el gran nivel de una categoría que no da lugar a relajaciones y donde el nombre y el cartel tienen poca importancia. El buen trabajo colectivo de los azulgrana, a base de ambición, juego y sensaciones, está empezando a demostrar que su techo no tiene límites. Toca seguir soñando.