Presionar alto y replegar en un bloque medio. Estas fueron las dos consignas distintas a nivel defensivo de Reus y Huesca, que ambos usaron y alternaron por igual. Sin embargo, el esquema utilizado por uno y otro equipo no era el mismo. Gus Ledes comandó la salida ‘lavolpiana’ del cuadro reusense, convirtiéndose en el vértice de la misma, mientras que los azulgranas, que presionaban emparejándose Moi con ‘Chimy’ (4-4-2), parecían atascarse en la propia.
Cuando presionó el Reus (manteniendo su 4-3-3), ningún jugador visitante tenía opción de recibir al igualar numéricamente, y cuando lo hacía el Huesca, los locales podían manejarse al salir jugando con tres. Y una vez Moi, por el perfil izquierdo, o ‘Chimy’, por el derecho, eran superados, la medular azulgrana quedaba en inferioridad ante los interiores franjirrojos, el extremo del lado en cuestión que se metía por dentro y el central que acompañaba la acción en dicha zona.
Las pocas ocasiones en las que los de Rubi lograron asentarse en campo contrario, situaron su primera combinación desde la izquierda. Se asociaban Moi y Ferreiro y, entonces, aparecía Vadillo para dañar por dentro. Esa fue la gran arma del Huesca para que generase peligro desde dentro en un primer acto que tuvo controlado, y es que debió buscar la espalda de los interiores del Reus (Carbià y Juan) para obligar a Gus Ledes a salir de posición y amenazar a los centrales.
No obstante, intermitentemente se produjo lo anterior; porque Gallar, por ejemplo, es quien mejor sabe aprovecharlo, y el conjunto altoaragonés no resultó tan dañino en el ataque posicional como acostumbra, sobre todo, sin el factor Melero. Las bajas, en esta ocasión, sí mermaron la ofensiva de un Huesca que carecía, también, de sorpresa. Y precisamente fue lo que intentó Rubi tras el descanso: sorprender. Sastre fue más interior y acompañó a Moi en la presión, igualando la salida del Reus pero obligando, a su vez, que Jair o Iñigo saltasen.
Con Lekic fijo junto al extremeño, le tocaba a Iñigo acosar al interior que quedase libre y ayudar a Aguilera en la contención por dentro, quedando igualados los interiores locales. Sin embargo, el Reus podía superar porque, o el riojano no lograba realizar su ‘nueva’ función, o ganaba los duelos individuales, sobre todo aéreos, que lanzaba el meta hacia Yoda, contra Brezancic, o hacia Querol, contra Alexander.
Y el Huesca, o no se hacía con el balón (tuvo solo un 35% de posesión en la segunda parte), o no lo recuperaba en condiciones para empezar a generar o aprovechar una transición. En concreto, de los 35 balones que recuperó en la segunda parte, solo 4 fueron en terreno reusense.
Resultaba, entonces, una simple y, en ocasiones, falsa amenaza ese modo de inquietar a los de López Garai. Además, cuando los franjirrojos se lanzaban al ataque una vez superada la presión visitante o ganada una segunda jugada en campo azulgrana tras un balón dividido, el Huesca fue incapaz de poner calma cuando podía asociarse o de mantener la posesión, y protegerse con el cuero, algo que dio aires al Reus y que supuso que el cuadro oscense perdiera por completo el control del partido y de un resultado que, no obstante, no fue amargo.