ZARAGOZA | Mario Soberón ha protagonizado la noticia más feliz de la semana, en los días previos a un partido frontera. El delantero cántabro ha vuelto. Se le ve enfocado, dispuesto a parecerse al jugador que cambió la escena en el inicio de la temporada. También al delantero que rompió una maldición recurrente. Capaz de dibujar también una senda llena de ilusiones.
Todas esas esperanzas cambiaron con su lesión, que tuvo claroscuros y misterios, cosas que nunca sabremos. Listo, intuitivo y con un sentido extraordinario de la ocasión, Soberón supo entender los rechaces y ser el jugador más preciso que La Romareda pudo encontrar. Dos de sus últimas imágenes aparecen en el territorio de los contrastes. Su último gol llegó ante el Racing de Santander, camino de una remontada que se truncó poco después. Su última foto llegó sobre la banda, triste y desangelada, con un calentamiento lleno de malas sensaciones.
“No hay lesión, pero el chico no se encuentra”, se escuchó en La Ciudad Deportiva. Media temporada después, ha vuelto para quedarse, con la intención de parecerse a sí mismo. Sincero, capaz de reconocer que la ayuda psicológica ha sido clave en este proceso y en todos los que llegaron antes, sus palabras conmovieron al mundo zaragocista. Habló de “tantas lesiones”. La expresión sugiere una sospecha: él tuvo más de las que se tuvieron en cuenta.
Frente al Granada se le vio lleno de voluntad, pero falto de ritmo. Tardó tres minutos en probar su golpeo y vivió alejado del lugar en el que mejor se le reconoce. Su hábitat es el área y si es capaz de camuflarse entre el bosque, es letal en todos sus zarpazos.
El Real Zaragoza se juega la vida ante el Sporting de Gijón, en un momento crucial para su historia, delicado en su temporada. Ramírez cuenta con una ventaja sustancial: con el regreso de su mejor delantero. Vuelve Mario Soberón, y lo hará en busca de su mejor sintonía.
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