Stoichkov es un diez que marca como un nueve. Híbrido en el juego, distinto en casi todo, eligió un dorsal que le alejara del molde. Y esa es quizá una de las condiciones que define a Juan Diego Molina. Nunca fue un futbolista convencional. Su carrera no siguió tampoco un recorrido líneal y alcanzó la Segunda División a la edad de 25 años, precisamente en el punto en el que muchos lo dan ya por perdido. De explosión tardía, siempre destacó en equipos humildes, más feliz en el San Roque, Cacereño, Linense, Alcorcón o Sabadell que en el Espanyol o Mallorca. Pese a esa noción, el fútbol le reservaba su oportunidad definitiva en Ipurúa. Pocos años después de su debut en la categoría, Stoichkov es uno de los jugadores más decisivos de Segunda y lidera al candidato más próximo al ascenso.
Stoichkov le debe su nombre artístico a una buena historia. Su padre, gaditano de San Roque, nunca ocultó su admiración por Hristo Stoichkov. En su bar había construido un pequeño santuario barcelonista y un día recibió una visita inesperada, la del mítico futbolista búlgaro. Decidió entonces que llamaría a su hijo como él. Aunque no logró convencer a su mujer para el nombre de pila, consiguió que Juan Diego Molina fuese Stoichkov para siempre, al menos en el mundo del fútbol. Esa herencia parece especialmente simbólica en estas fechas, con el reciente fallecimiento de su padre. Hoy, frente al Real Zaragoza, Stoichkov regresa a la competición, en busca de un homenaje para su progenitor.
Los números de Stoichkov y un deseo de verano
El mercado de fichajes propone mil rumores durante el verano. Y el primero en llegar a Zaragoza fue muy ilusionante. Aunque también irrealizable. El equipo aragonés soñó durante unos días con la contratación de Juan Diego Molina. El gaditano siempre jugó especialmente bien frente al Zaragoza y dejó sus goles mientras vestía las camisetas del Alcorcón y Sabadell. Pero nunca llegó a ser una opción real en La Romareda, especialmente porque a Stoichkov le seguían un pelotón de equipos, con mayores argumentos deportivos y económicos para seducirle.
Meses más tarde, comparte el título de pichichi junto a Christian Stuani y Borja Bastón. Sin ser un delantero puro, aparece y sorprende, imagina e improvisa; remata y marca. Hasta alcanzar la cifra de 18 goles y asumir siempre la responsabilidad en el momento de la verdad. Ha regalado también 5 asistencias y se entiende especialmente bien con un mediocampista total como Edu Expósito y un extremo veloz como José Corpas.
El partido en Ipurúa será uno de los más importantes para Juan Diego Molina, Stoichkov. En su dorsal hay una mezcla: lleva el número 19, quizá porque tiene alma de diez y registros de delantero. En su nombre deportivo, no hay un homenaje visible al mítico futbolista sino uno encubierto a su padre. En su fútbol hay arte, un punto de magia y todo el olfato del mundo.
Hoy, Stoichkov se mide al Real Zaragoza. Y lo que fue un deseo de verano, volverá a ser una amenaza.