ZARAGOZA | Tenemos un jugador que es propio de un videojuego. Bigotes le echa, y desatasca las defensas y las porterías rivales mejor que nadie. Mete goles con la gorra, con la facilidad propia del jugador listo y pillo. De momento no sabemos quién va a ser su Luigi, un lugarteniente con el que asociarse en esa cosa de compartir la responsabilidad goleadora y el peligro en ataque. Mi apuesta es Liso, pero Azón o Bazdar van a ser jugadores igual de importantes.
Súper Mario es un jugador con hambre, no le vale con un mísero plato. Él necesita el doble de todo para sentirse saciado. Había un anuncio hace unos años que decía que a él los donuts se los daban de dos en dos. Eso para alguien que nació en Cantabria es un raquítico aperitivo. Acostumbrado al cocido montañés, a las rabas y a los sobaos pasiegos, por poner unos pocos ejemplos. Para saciar a este tipo en el campo y se sienta pleno va a tener que empezar a hacer de los hat tricks su pan nuestro de cada día. Que se lleve el balón a casa y lo coloque sobre el plato y lo devore en un par de bocados.
Es un jugador listo. Sabe dónde huele a sangre. Nota como tiembla la víctima antes de que esta se sienta en peligro. Se anticipa a lo inevitable. Es una isla que sólo se asocia si ve agua potable en las botas de sus compañeros. Vive bien en la soledad, en la intrascendencia que es la vida la mayoría del tiempo. Pero cuando necesita sacarle el brillo a esta, se abraza a lo más terrenal para poder llegar al dios gol.
Súper Mario se acaricia el bigote que no se le acaba de formar. No hay lugar para la paciencia si eres un especialista. Soberon es un jugador que cuando no marca el tiempo pasa de manera tan lenta que oye como crece la hierba del terreno de juego o como los pelillos van formando una fila por debajo de nariz. Ese hormigueo es el que hace que todo se precipite y no haya tiempo para ver remojar ni las barbas ajenas, ni mucho menos las propias. Se produce una electricidad que no solo sirve para que el cortacésped realice su función, sino que las maquinillas afeitadoras “tocan pelo” al ver como la pelota entra en la portería contraria tras un disparo del cántabro.
El objetivo en el videojuego está claro, rescatar a la princesa y llevarla al lugar que se merece. La princesa Peach sabe que Súper Mario hará cualquier cosa por ella. Soberon sabe que el Real Zaragoza es el club más importante de su vida. Acaricia su piel de “melocotón”, suave pero curtida en mil batallas, y también conoce qué si logra entrar en su interior, gozará de su sabor dulce.
Súper Mario duerme con la llave inglesa. Un verdadero profesional no descansa nunca. El objetivo no se olvida si no dejas de mirarlo. El gol como un apéndice más de su cuerpo. La vida como algo que pasa entre gol y gol. La belleza, el arte, el amor, son cosas maravillosas y necesarias para vivir, pero son todas estas cosas juntas las que ocurren en el momento exacto en que Soberon golpea la pelota y esta sabe dónde irremediablemente irá a parar. Y es que él sabe mejor que nadie cómo “pasarse el juego”.