El fútbol desata pasiones. En ocasiones desmedidas. Llegan tiempos nuevos. Y el Huesca es un soplo de aire fresco en un deporte tan subterráneo como es el fútbol. Vuelve este sábado el derbi aragonés más apasionante. Sí, el Real Zaragoza es un equipo cargado de historia, pero en el deporte se vive del hoy e incluso se aspira al mañana con los cimientos que se construyen en el hoy. El pasado está para recordar. Para ir a la cadiera y contar historias a los nietos. Para rememorar gestas. Para esperar que vuelvan tiempos que se fueron. E incluso para aprender de los errores cometidos. Para poco más. Por eso, el hoy, es el derbi. En estado puro.
Llega la cita más golosa que hoy en día se puede vivir en el deporte aragonés. Y lo hace en un momento dulce para ambos equipos. El Real Zaragoza ha escalado puestos de forma segura. Hoy es candidato a todo. Sí. Es candidato a todo. Y se mide a un Huesca formidable. Sí, formidable. Allí sigue. Encaramado en la zona noble. Dicen que en un bache de resultados. Quizá sea así. De lo que no hay duda es que llega armado para seguir asfaltando el camino a Ítaca.
No tenía obligación alguna y ha transformado el sueño en realidad. Tiene hambre por conseguirlo. También tiene fútbol. Lo ha desplegado (casi) siempre esta temporada. Y eso no se olvida. Eso es lo que provoca que todos le quieran ganar. Por la sencilla razón de que durante buena parte de la temporada es el que mejor fútbol ha hecho. Creer en ello, sentir eso, saber que es así es su mayor fortaleza. Allí descansa su poder.
Este sábado está marcado en el calendario en rojo. Rodeado con un círculo el día y la hora. Con las aficiones afilando un día apasionante y apasionado, que no debe ir más allá. Porque no nos engañemos. Habrá piques. Habrá cánticos que no gustarán al rival. Y quien pierda lo pasará mal. Será peor que caer derrotado ante cualquier otro rival de la categoría. Es la emoción de un deporte para muchos único. Brindemos porque dos equipos de la tierra buscan hueco en Ítaca y que nada más pase de allí.