HUESCA | Estoy ligeramente preocupado, no les voy a mentir. Me preocupan varias cosas pero una por encima del resto: porque es debatible y preocupante que la gente empiece a desapegarse del Huesca ligeramente porque se aburra, porque no le guste su juego, porque tras varios años de estómago lleno, un sandwich que otros años hubiera sabido a gloria, ahora sepa a poco. Es preocupante que este club manejara hace pocos años cantidades nunca imaginables de dinero, y que ahora mismo tenga que ir haciendo cuentas para no llegar escaso a fin de mes, o a final de temporada, ya me entienden. Todas esas cosas son debatibles, opinables, y seguro que tenemos tiempo para ello, pero permítanme que les diga cual es la mayor de mis intranquilidades.
En verano de 2019 la ‘operación Oikos’ sacudió al Huesca de una forma brutal. Sin venirse abajo, el club reaccionó de forma calmada pero firme, sin estridencias pero segura de lo que hacía, y acertó. Pero no acertó por el motivo del ascenso a Primera, sino que supo transmitir a su masa social, a su entorno y al resto de España su limpieza, transparencia y buen hacer, para lavar no sólo su imagen, sino para conseguir de forma brillante un ascenso tan sorprendente como inesperado.
Porque en aquella liga tan extraña por todas las circunstancias que excedían lo deportivo, al Huesca se le exigía estar ahí, con pelearlo valía. Lo peleó y lo consiguió. Pero una vez conseguido, empezó para mí el declive y el derrumbe silencioso de un club que no acertó absolutamente en nada. Más allá de la planificación deportiva, que podía haber sido mejorable pero que superaba y con creces a la planteada en la anterior temporada que el club estuvo en Primera, las decisiones fueron tomadas con demasiada tardanza.
Se tardó mucho en destituir a Míchel: no lo digo yo, lo decían las sensaciones, la inercia de resultados y la posterior mejora del equipo. Se tardó una eternidad en decidir el inquilino del banquillo azulgrana tras la negativa de Pacheta. Se tardó demasiado en confeccionar una plantilla que ya vimos cómo resultó. Se tardó mucho o poco, según se mire en cesar a Nacho Ambriz. Se tardó poco en traer a Xisco pero se erró claramente en la elección, y se cambió demasiado pronto en marcar el objetivo de esa temporada.
Porque deberían recordar, que ya en el mes de octubre, cuando el Huesca de Nacho Ambriz empató a 0 en La Romareda, el director deportivo del Huesca se despachó a gusto en Aragón TV diciendo que el objetivo del club eran los 50 puntos, guante que a las pocas semanas recogió la plantilla. Yo, al Huesca de esa temporada, no le pedía que ascendiera por tercera vez consecutiva, pero al menos que estuviera en la pelea, y el club ya se bajó de ese discurso en el mes de octubre a pesar de que quedaran 7 meses de competición.
En el mercado de invierno se rascaron el bolsillo con jugadores que al final, restaron mucho más de lo que aportaron. Se gastó dinero sin obtener rendimiento deportivo y la temporada fue un fracaso. Fue un fracaso porque todo salió mal, no sólo en lo deportivo. No sé si el club tuvo muy claro en todo momento hacia dónde quería ir, pero al menos en lo que a mí se refiere, su mensaje no me supo llegar. Incluso dudo que hubiera un mensaje claro, porque de cara a la galería se vendía una cosa, que después se ha demostrado que no ha sido cierta.
Y es que el tiempo, hace que las verdades salgan a la luz: la situación económica que se pregonaba a principios de la temporada pasada, ha resultado ser no cierta. Quienes pregonaban que el límite salarial y el potencial del equipo no se vería muy mermado, mintieron. Quienes decían que no se habían puesto todos los huevos en la misma cesta y que por si las moscas se guardaban huevos para el año que viene, mintieron. Total, que la deriva que el año pasado creíamos pasajera no era tal, sino que era un descenso silencioso hasta llegar a lo que ahora estamos viviendo.
No está el Huesca en una situación crítica, digámoslo también, pero me preocupa muy mucho que esto sea como un globo que va perdiendo aire hasta que finalmente termina aterrizando en el suelo sin una pizca de gas. Las acciones de esta temporada no me llevan al optimismo: deportivamente se apostó fuerte por dejar trabajar a Martín González y podemos decir que ha cumplido el objetivo marcado. Ahí apúntense un tanto, porque ya saben que quien escribe no suele obviar lo que se hace bien.
Sin embargo, he palpado mucha tibieza y poca transparencia en otros aspectos: se ha sido muy tibio y poco empático con una afición con la que creo que el club ha tenido pocos guiños este año: ni un sólo viaje organizado (organizado no tiene porqué ser subvencionado, advierto), nulas acciones para llevar público al campo, tibieza máxima con el caso arbitral de Leganés, y un brindis al sol que caló poco o nada cuando en enero el director deportivo nos habló de números en una buena intención de aclarar cosas que quedó en eso, en buena intención que no aclaró las cosas.
Ya ven que paso de puntillas el tema de la posible venta del club, porque creo que ahí poco o nada se debe entrar a valorar, más allá de que pienso que no ha influido nada en las acciones de este año, pero me deja tan frío y preocupado esta sensación de no saber muy bien el rumbo tomado por el club, que no sé cómo va a terminar esto. Lo que sí sé es que entre todos debemos retomar el vuelo de este globo, que deje de seguir cayendo y vuelva a elevarse poco a poco hasta tomar una altura regular. Divididos haremos poco. Hagamos todos balance y dejemos atrás lo pasado, porque poca solución tiene ya. Pensemos en el futuro cercano. Hay mucho por hacer y por mejorar. Pongamos manos a la obra.
Sergio,el despilfarro del año pasado se ha pasado en silencio.
El culpable está al frente de la fundación,y nadie se atreve a señalarlo.