ZARAGOZA | La vida sigue pasando para el zaragocista sin que le ocurra nada que le merezca la pena. Nada de lo que le ocurre es interesante. Hasta el fracaso donde se ha alojado de manera perfecta empieza a ser aburrido, demasiado previsible. Hay una canción de Manolo García que dice que “nunca el tiempo es perdido”, pero las distintas generaciones de zaragocistas escuchan esa parte de la letra con una mezcla de extrañeza, melancolía y rabia. Los más mayores ya dudan de sí ese pasado que vivieron en sus carnes fue real o algo que sus imaginaciones han creado para hacer más soportable el presente. Los más jóvenes, por el contrario, quisieran opinar que son precisamente esos pensamientos los que les están jugando una mala pasada, y que pertenecen al reino de sus pesadillas. Pero la realidad para ambos ejerce su dictadura.
No se puede esperar más o quizás sí. Más de una década en segunda división habla de que nuestra paciencia no tiene límite. El zaragocismo vive su propia eternidad, en la que vive suspendido en una realidad cuyo reloj se quedó parado hace ya demasiado tiempo. Parece como si no pasara nada en la actualidad zaragocista. Que hubiéramos aceptado vivir en este limbo gaseoso y poco nítido. El Real Zaragoza vive entre el cielo y el infierno, pero los calderos hierven demasiado cerca del club.
En el terreno de juego es donde el sistema de congelación mejor funciona. Walt Disney tiene una gran variedad entre donde elegir compañeros con los que compartir criogenización, o puede que ya estén sufriendo o disfrutando de ese proceso. Los casos de Marc Aguado y Toni Moya son clamorosos, y la fantasía que prometían sus botas está escondida en el mismo lugar que los personas que no pudo crear su compañero de “iglú”. No se puede esperar más a que decidan despertarse o descongelarse, que en sus casos es lo mismo. Ni mandan en el centro del campo, ni saben ocuparlo para defender. Carecen de la personalidad necesaria para ejercer el mando necesario en esa parte vital del terreno de juego. No saben controlar el tempo del partido ni dominarlo. Son incapaces de echar el equipo hacia delante y se aculan escondidos en su falta de liderazgo y personalidad. Un jugador profesional tiene que saber aguantar la presión del equipo donde juega y si no volverse al Andorra o al Alavés. Todos sabemos que la camiseta del Zaragoza pesa y que no es fácil llevarla, pero un servidor también sabe que no podría ser médico mañana en un hospital o tocar el piano en un auditorio, y por ello ni siquiera lo intento. Y está claro que la culpa no es sólo suya, si no de quien les pone. Pero para escribir sobre el pintor de cuadros en blanco ya tendremos otros días.
En definitiva, que la vida (zaragocista) la vamos tirando a la basura. Todo son desperdicios y restos de los que no se puede obtener nada provechoso. Cada ingesta hace de nuestros estómagos lugares de una toxicidad equiparable a la de cualquier vertedero. Pero el zaragocismo siempre permanecerá, porque la vida sobre todo es lo que no tiene explicación.
Estamos en la miseria porque nunca hemos sido un equipo de cantera, lo dice nuestra historia. Aquí hemos triunfado gracias a gente como Avelino Chaves, Herrera y alguno más, tenemos que cambiar la dinámica, nos saldría más barato cerrar la Ciudad Deportiva, cuantos canteranos están en las ligas europeas? Cuantos años llevamos sin ningún internacional? El fútbol ha cambiado mucho, donde está la Escuela de Mareo? Cuantos jugadores africanos estaban en la élite europea? Lo dicho cambiar dinámicas o seguir en el barro