ZARAGOZA | Toni Moya ha cambiado su lugar en la temporada tras la llegada de Julio Velázquez. Ha encontrado la pieza que más valora un futbolista: un entrenador que le entienda. Velázquez conocía a Moya de su tiempo en el Alavés. No era fundamental entonces, pero compartían muchos de los códigos del juego. Ahora, en su llegada a Zaragoza le ha visto siempre como un aliado, como un cómplice ideal de su propuesta.
Moya sedujo a la afición en la pretemporada. Pronto mostró sus condiciones, un fútbol que se expresa a través del pase y que se despliega en las distancias cortas y las largas. Dueño además de un gran golpeo de balón, llegó a probar su capacidad en las acciones de estrategia. Los primeros partidos sirvieron para creer en su juego, para formar un equipo que se explicaba a través de sus mediocampistas.
Rotaciones y números
Escribá inició pronto las rotaciones y le reservó a Moya un lugar cada vez más secundario. Quizá desorientado por el plan de su entrenador, perdió primero la confianza y después el fútbol. Poco implicado en el último tramo de Escribá, llegó a encadenar seis suplencias consecutivas. Nada le pudo venir peor. Moya es el tipo de jugador que necesita saber que volverá a jugar el partido siguiente, incluso cuando juega mal el anterior. Por eso, a las órdenes de Velázquez se acerca más al futbolista que quisimos ver.
Moya ha regresado al centro del escenario. Acompañado de jugadores que hablan su mismo lenguaje, sus toques en los últimos partidos han aumentado en las zonas de peligro. 71 contactos ante el Leganés y 80 frente al Espanyol, ganador de duelos en el aire (8 de 8 en la suma de los dos encuentros) y con mayor cercanía hacia la portería. En los dos últimos partidos ha probado fortuna en cuatro ocasiones. Y, aunque debe afinar también en los disparos y en las faltas, ahora se acerca el gol que muchos vieron venir en pretemporada.
Toni Moya y un eslogan de radio
Pablo Carreras es una de las mejores voces de la radio aragonesa. Sus narraciones, que mezclan la pasión zaragocista y la lectura analítica del juego, se han convertido en poco tiempo en la gran referencia de la ciudad. Su futuro, y todo el mundo lo intuye desde hace tiempo, está en la órbita nacional, en las grandes cadenas. Solo hay una cosa que le separa de esos pronósticos: su amor por el Real Zaragoza y el sueño de contar un ascenso.
Apariciones como la suya son capaces de crear una corriente de opinión, de ser la voz de casi todos. Quizá porque a veces es casi tan importante la forma en que se cuenta una historia como la historia en sí misma. Su manera de describir la temporada de Toni Moya se ajusta a una opinión unánime. Para hablar de él, Carreras utiliza a menudo uno de sus estribillos: “A Toni Moya hay que pedirle mucho más”.
Los últimos partidos del centrocampista, bajo el paraguas de Velázquez, le sitúan entre los protagonistas de un guion distinto. Todavía hay que pedirle más al futbolista. Pero por primera vez en mucho tiempo predomina una impresión distinta: Toni Moya está más cerca de poder darlo.