Gabi Torralba quiere el nacional de enduro que se celebra el 12 y 13 de septiembre en Castejón de Sos, en el Valle de Benasque. Llegó este martes a su casa de Riglos desde Suiza. El pasado fin de semana compitió en las EWS, en Zermatt. Toda una odisea. La ‘aventura’ arrancó el 10 de agosto. El coronavirus tiene un protocolo muy exigente en el país alpino por lo que con su mecánico tuvieron que ‘acuartelarse’ fuera de España antes de competir. No eligieron mal sitio: Morzine, en la Alta Saboya francesa. Otro de esos territorios para quedarte embobado con su montaña. Aunque pocos entretenimientos tuvo. Tocaba entrenar.
Lo mejor estaba por llegar. Tres días de aclimatación con sol y cielo azul sobre su casco, y polvo bajo su rueda. Buenas sensaciones y ganas de pedalear con fuerza en las EWS, en una temporada tan atípica por la Covid-19. Y tres días después, la locura. “Nunca he visto llover tanto. En mi vida he visto caer tanta agua”, explica Torralba. “Los entrenos oficiales fueron 6 horas con niebla, barro, agua, nieve en las cotas altas de la montaña… fue durísimo”, relata. Es lo que tiene Zermatt, lo que tiene la montaña. “Y el día de la carrera, las condiciones empeoraron”, apuntala.
La dirección de carrera modificó el número de bajadas -de cuatro a dos- y hasta en cuatro ocasiones aplazó la salida. Se empezó a correr a las 14.00. Para llegar el inicio del descenso hubo que subir en un teleférico -un ‘huevo’- y luego pedalear hasta el punto del descenso. “Calenté bien y bajé bien. En cambio, para la segunda (manga) tuve que esperar 20 minutos con mucho frío, me sentí congelado y nunca encontré el ritmo de pedaleo necesario”, señala. Al final acabó en el puesto 40 de la general, lejos de su objetivo, pero convencido de que lo podía haber hecho mejor sin esa espera de 20 minutos.
Ahora toca descansar en Riglos y buscar el nacional en Castejón de Sos, en Puro Pirineo, de mediados de este mes.