Con Chamonix como base de operaciones, Jordi Tosas dejó hace unos días el Pirineo para vivir casi todo el verano en Alpes. El escalador catalán afincado en Bonansa (Ribagorza) es uno de los grandes alpinistas que escribe en el libro SOS Himalaya en el décimo aniversario de la muerte del navarro Iñaki Ochoa de Olza, entiende la montaña de forma singular y se ha marcado, entre otros objetivos, el descenso del Annapurna con esquís.
El navarro Iñaki Ochoa de Olza fue y es un símbolo del alpinismo. Se quedó en la arista este del Annapurna y en el décimo aniversario de su fallecimiento, el libro SOS Himalaya, una treintena de primeras figuras de este deporte le rinden homenaje. Uno de ellos es Jordi Tosas para quien el de Pamplona “fue un gran amigo y un exponente impresionante del alpinismo español y del alpinismo rápido. El libro va a servir para ayudar a hacer un gran hospital en el valle del Makalu y mantenemos así su memoria con nosotros”.
La forma en la que entiende Tosas la montaña es singular. Es uno de los grandes de la escalada. Afincado en Bonansa, si es un fanático de todo lo que sea piedra y nieve, amaneceres y atardeceres con la montaña como hilo conductor, también lo son sus seguidores en las redes sociales, especialmente, en Facebook. Enmarca todo lo que hace en lo que llama punky party, ‘movimiento’ que significa simplemente pasarlo bien en la montaña y que surgió “un día que salí a correr con Kilian (Jornet)”, acota. Nacido a orillas del Mediterráneo, en Blanes, desde su casa veía las montañas; hoy, el mar lo ve desde las montañas, y desde ellas parte de su corazón lo tiene compartido con el pueblo nepalí y más desde el terremoto que sacudió Lantang en 2015.
Su especial sensibilidad con los pueblos que viven en los valles del Himalaya hace que Jordi Tosas tenga una especial forma de entender la vida en la gran cordillera. En la red surgió un debate sobre las expediciones a las grandes cumbres y la publicidad a las mismas, cuando Tosas escribió: “Yo llevo más de diez años en Himalaya pagando del bolsillo. Eso sí escalando de pirata y sin decir el nombre de las cumbres… incluso ochomiles”. ¿En una sociedad tan mediática como la actual hacer cima en un ochomil y no decirlo? La realidad es que son pocos los montañeros que lo hacen. “No quiero hacer apología del modelo pirata, pero después de muchos años viajando a esas cordilleras lo que sí puedo constatar y cada vez más es que los que tienen dinero cada vez tienen más, y los pobres cada vez se mueren antes de hambre”. Y pone el acento en que “muchos de los royalties que se pagan en esos países se quedan en las líneas de corrupción y a los valles no llega nada; esto lo constato cada vez que voy allí”.
Su pasión por la escalada en las grandes paredes del mundo la mantiene viva. Tosas sigue viviendo de ser guía, no de tener patrocinadores que le den respaldo, y si quiere subir esas grandes montañas no le queda otra que buscarse la vida para hacerlo. “Los euros que tenga en ese momento en el bolsillo prefiero gastarlos antes en el valle, porque sé que ese dinero llega a las familias. Prefiero no negociar un permiso que pagar 6.000 dólares al Gobierno que no va a revertir ese dinero en el valle. En el Tibet he visto matar a bastantes tibetanos delante de mí y tengo claro que no voy a pagar un permiso a ese país, a China; digo yo escalando, otra cosa es trabajando. Esa convicción de pirata o protesta en mi propia persona viene de esas razones no de otra cosa. Y si no pagas tienes que ir con mucho cuidado”, señala.
Jordi Tosas, además, es un enamorado de descubrir joyas que aún están fuera del radar del gran turismo que cada vez copa más espacio en la gran cordillera del Himalaya. “Ha llegado el momento de preservar pequeñas joyas sin decírselo a nadie. Son sitios interesantes que no hago públicos ni en redes sociales ni en blogs ni en revistas. Es un acto por defender sitios muy especiales que aún son muy salvajes y recónditos”, señala. Al hilo de esos parajes menos masificados, Tosas tiene programado para viajar en septiembre a Nepal donde tiene programado el proyecto Himalaya Alpin School que no es otra cosa que una expedición “asesorada, no guiada”, precisa. “Es como una gran escuela donde la montaña –Gurkharpo Ri- solo tiene una ruta abierta en este momento y una cordada buscará su cumbre. Es un proyecto muy interesante; vendrá gente con esquís, otros con ideas de abrir rutas nuevas en esa montaña o en las cercanas, hay un 6.400 virgen a su lado. Es un proyecto muy bonito y por primera vez me lanzo a una cosa así de forma profesional. Me motiva mucho. Luego me quedaré allí unos días y ya que estaré en Nepal intentaré un descenso con esquís en el Annapurna”, desliza.