El K2 y el Everest. Son las dos grandes montañas que Alex Txikón persigue para escalarlas en invierno. Por derecho propio, el vasco es uno de los grandes del himalayismo mundial y el jueves estuvo en el Teatro Olimpia de Huesca invitado por Álvaro y David Santolaria. Una forma de celebrar los 25 años de la tienda Guara-Mascún. Todo indica que el K2 es el objetivo con el que el vizcaíno abrirá 2019. La expedición está prevista para principios de enero, pero… Pero no descarta volver al Everest. Esta vez sería por su cara norte, por el Tibet. Se negocia con el Gobierno chino a todos los niveles. Las posibilidades, pocas, pero las hay. Y los ojos se le imluminan de una manera especial cuando habla del Chomolungma.
Txikón procede de una familia numerosa. Pronto se quedó sin su aita. Forjado desde la humildad, allí descansa su forma de entender la montaña, incluso la vida del día a día. “Soy el menor de una familia de 13 hermanos. He aprendido a compartir, eso va ligado conmigo. En la montaña y en la vida en general”, dijo después de que se emitiera la película, ‘Everest, un reto sobrehumano’. Difícil describir con palabras las imágenes, imposible trasladar la fuerza del viento, el agotamiento por el esfuerzo, las sensaciones con el mercurio del termómetro desplomado. Y todo, en un entorno fascinante. Un invierno donde la soledad extrema la belleza de las montañas. Nada comparable con la primavera, donde miles de tiendas se adueñan del Campo Base, donde una hilera impresionante de personas buscan la cima de la montaña más alta del mundo. Imágenes que se contraponen con el invierno, quizá con el alpinismo en su concepto más romántico.
Álex Txikón apareció por Huesca con ese carácter afable y directo que tanto le caracteriza. Lorenzo Ortas, el vicepresidente de Peña Guara, fue el encargado de presentarlo. Txikón dijo unas palabras y después se fue “porque ya he visto la película más de veinte veces” para volver poco antes de su final y abrir el coloquio con quienes fueron a ver la película. Él es así. Genio y figura. Y muy cerebral. Curtido en la escalada, en salidas al monte y pegado a los deportes de su tierra como cortador de troncos (aizkolari) y levantador de piedras (harri-jatsozaile), ayer, aprovechó el pase para irse a correr. Y es que hoy está en Valladolid y cuando gira tiene sacar tiempo de donde pueda para no perder la forma.
Conseguir la cima en invierno del K2 y el Everest requiere de un trabajo minucioso. Tiene claro que “las montañas se suben con la cabeza, no con las piernas ni con los brazos”. La próxima vez que vuelva al Everest en invierno será su tercera ocasión. Y ha evolucionado y mucho. En la primera fueron 11 personas con un centenar de escaleras para equipar, en la segunda menos alpinistas, emplearon menos material y fueron más rápidos. Todo se estudia, todo se analiza, nada se improvisa. Y tiene claro que esto se debe aplicar a cualquier faceta de la vida, porque “de nuestros errores, nacen nuestras oportunidades”, afirma.
El idilio con los ‘ochomiles’ arrancó en el Broad Peak. Fue la primera de todas. A sus 36 años sigue en la brecha, pensando, analizando, preparándose, estudiando hasta el más mínimo detalle para subir en invierno, con el hielo, el frío, los seracs, las grietas, los vientos conformando un mundo mágico donde volverá a llegar al límite por un sueño.