El tiempo es oro. Y queda. Pero ya no tanto. Once encuentros, han dejado noqueado a un león durmiente. El Real Zaragoza jamás perderá su palmarés. Ni sus hitos históricos. Por supuesto la afición, la gran damnificada, seguirá al otro lado. Apoyando, abonándose, y confiando en que su equipo, algún día y en algún momento vuelva a ser ese equipo que asustaba. Ese equipo que se nombraba en Inglaterra como aquel que conquistó Europa prendiendo fuego París.
Pero esos hitos, históricos y eternos para la historia blanquilla, ahora mismo tan sólo son hechos pasados. La actualidad, marcada por la debacle desde que la pandemia llegó a España, han hecho del Real Zaragoza un juguete roto. Y para arreglarlo, se ha confiado el puesto de capitán a Iván Martínez.
Quizás no tenga el recorrido deseado por todos para poder decir que tiene experiencia. Pero, aquellos técnicos cuyo palmarés cubre copas de Europa, ligas, y otros títulos, ¿cómo empezaron? Todo entrenador tiene siempre una primera oportunidad. Y este barco necesita un capitán con galones, con ganas de seguir aprendiendo y con capacidad para lograr resultados. Alguien que sepa. E Iván en ese aspecto, es espectacular. Simplemente.
¿Por qué un barco a la deriva y por qué a tiempo? Los tripulantes principales no son los jugadores. Son las 35.000 gargantas que siempre han estado detrás. Son los que lloraban el día en el que el Elche terminó con el sueño del ascenso, o del día de Llagostera. O de otros tantos y tantos momentos en los que la afición ha visto como su equipo se desmoronaba ante la adversidad. Por ellos, y por orgullo propio y del escudo que defienden, los mandatarios del barco deben llevar a buen puerto este infernal viaje.
¿Confianza? pese a no transmitir nada positivo, se confía. Porque Zaragoza, ciudad de leones, nunca se rinde. Pero deberán reaccionar ya. Es menester. El Real Zaragoza, ya sea por escudo, situación económica, historia y afición, no se puede permitir estar tan abajo. Y eso es una realidad dolorosa a cambiar por los pupilos de Iván Martínez, y el propio míster aragonés.
Queremos volver a las noches mágicas de Romareda, a las noches vibrantes de Copa del Rey. A estar entre los grandes, que pese a serlo, no estamos. Y esa es la realidad. Pero para llegar a ello, debemos ‘hincar codos’, y sacar esto adelante. Seguramente no dé tiempo este año, pero el año que viene, retomar el camino del destino al que no sólo el Real Zaragoza, sino su ciudad, pertenece.
En fin. Se podrían llenar agendas de deseos zaragocistas, pero la única obligación es salvar al soldado. Sálvenlo, porque el Real Zaragoza no puede morir. No le vamos a dejar morir. No es época de enfrentamientos, ni de bandos. El único bando real es el escudo, es el club. Es la camiseta. Eso sí, recuerden, que el león herido es más peligroso que nunca. Estoy seguro del dicho: Zaragoza, la inmortal.