El Real Zaragoza sumido en una racha negativa de la que solo sacó 3 puntos de 18 posibles decidió prescindir de Imanol Idiakez. Lalo Arantegui, confiando en que el modelo de juego ya estaba instalado en la plantilla, dio un vuelco radical a su dirección deportiva y apostó por un entrenador totalmente opuesto al perfil de los anteriores.
Acogiéndose a toda una vida dedicada a los banquillos, la experiencia de Alcaraz debía revertir la situación del equipo aragonés y devolverle a la pelea por los puestos de ascenso directo. Fue un sueño, una utopía. 7 partidos después, el escaso bagaje de 5 puntos de 21 posibles deja entrever que puede ser la temporada más dura de todas. Una cuyo camino finaliza en el destino más negro de la historia reciente del club, la 2º división B, cuya sola mención da auténtico pavor a cualquier aficionado. Y es que de momento, el equipo no se desvía de ese rumbo.
A pesar de que Lucas Alcaraz no está parando de mover el árbol, está recogiendo pocos frutos. Partido tras partido hay una serie de sustituciones en el once inicial. De hecho, tiene una media superior a 3 cambios en el once con respecto al partido anterior. Pero la variación no solo se vive en cuanto a nombres. El técnico granadino ha variado constantemente su sistema.
El rombo en el mediocampo parecía incuestionable tanto en agosto, como cuando llegó el nuevo entrenador. Sin embargo, Alcaraz ha introducido sin atino una defensa de 5 con el objetivo de ser más firmes en su propia área, que no ha terminado de dar resultados eficientes. Algo mejor atrás, pero muchísimo más tímidos en ataque.
De hecho estas variaciones no se han dado solo entre partido y partido, sino que en el transcurso del mismo ha sido habitual ver un cambio del sistema de 5 al rombo, debido a la imperiosa necesidad de remontar. Y es que uno de los principales problemas hasta ahora está siendo la nula capacidad del equipo aragonés para adelantarse en el marcador. Siempre ocurre al revés, y claro, remar a contracorriente no es tan fácil.
El Alcorcón fue superior, el Granada nos dio baño en la Romareda, el Cádiz mostró el pragmatismo con el que muchas veces se debe jugar en Segunda… Pero seguramente el partido de ayer fue en el que el Real Zaragoza tocó fondo. Un partido en el que había que ganar si o si. La tan ansiada victoria en casa que no llegaba desde agosto, contra uno de los rivales más débiles del campeonato.
El Córdoba solo había sumado un punto fuera de su estadio y llegaba a la Romareda con esa sensación de angustia y de frustración que vive un equipo al que no le sale nada. Pues ni con esas, el Real Zaragoza (el cual vive una realidad muy similar a la del equipo andaluz) fue capaz de llevarse el gato al agua. Ni siquiera fue extremadamente superior, en un partido tenso y lleno de jugadores imprecisos y agarrotados por la presión del ambiente.
El partido quedó en un opaco 0-0 en el que nadie dispuso de grandes ocasiones ni de pequeñas rachas de juego ofensivo. El Real Zaragoza se atascó en ataque con una facilidad hasta ahora poco vista. Los problemas parecía que estaban más atrás que en la creación del fútbol, pero sobre todo los últimos 3 partidos parecen evidenciar que en ataque también hay un problema y bien gordo.
No se crean suficientes ocasiones ni por juego colectivo, ni por inspiración individual, la cual cuando se está en problemas como estos es tan necesaria, como fantasmal. Será cuestión de opiniones, pero para mi es bastante más grave no haber ganado un partido de estas características, que salir derrotado de forma severa ante el Granada o el Alcorcón. Equipos que tristemente para el Real Zaragoza quedan muy lejos en cuanto a nivel y a objetivos.