ZARAGOZA | El Real Zaragoza logró el empate sobre el desfiladero, cuando todo parecía perdido en Riazor. Francho Serrano hizo justicia en un partido que quedó marcado por un error en el inicio. Un balón parado a favor fue una condena y el Zaragoza necesitó superar la veintena de tiros para lograr unas tablas que salvan los muebles, pero no las dudas.
Joan Femenías (7): Su partido en Copa convenció a su técnico y el portero respondió con una actuación convincente. Pareció especialmente inspirado en dos lanzamientos lejanos, capaz de negar el segundo de Mario Soriano y el primero de Lucas Pérez. Vendido en el gol del Depor, firme el resto del tiempo.
Lluís López (5): Sin alardes, pero mejor protegido en una línea de tres. Como a todo el equipo, le costó un mundo volver en la jugada que lo cambió todo. No sufrió demasiado en la segunda mitad.
Jair Amador (6´5): Le cuesta gestionar los metros que tiene a su espalda, pero es otro curso más el mejor defensor de área de este Zaragoza. También el único de sus rascacielos: 9/12 en duelos aéreos sirven como ejemplo.
Enrique Clemente (6´5): Antes del partido, parecía maldito en todas las cosas. El duelo mostró su personalidad, la voluntad del que quiere cambiar su suerte. Ganó muchas veces y su partido desdice los pronósticos.
Marcos Luna (7´5): Progresó, ganó la banda y fue un extremo desde el lugar del carrilero. Se alió primero con Aketxe y luego diseñó los mejores ataques del Real Zaragoza. Redondeó su partido con buenos centros, pero faltó acierto en el sitio de los remates.
Iván Calero (4): Utilizarle en el perfil diestro supone mutilar la profundidad de una banda, sobre todo si mezcla con Adu Ares, que comparte su mirada interna. Tuvo dos opciones en el remate, la más clara llegó en la segunda mitad: cuando mandó a la grada un gol cantado. Llegó a zona de remate, pero no acertó nunca.
Marc Aguado (6): El sistema le da posibilidades, capacidad de mando y liderazgo. Sufrió en el duelo directo con Yeremay, pero quizá porque su mejor condición nunca será la defensa de un regate. Pareció el mejor de los dos mediocampistas y una tarjeta condicionó el tramo final de su partido.
Keidi Bare (3): Se le ve impreciso, irreconocible, torpe en algunas acciones claves. Imprudente en una de ellas, se cargó con una tarjeta que le pesó para siempre. Necesita reencontrarse.
Ager Aketxe (4): Fue, quizá, uno de los grandes perjudicados del sistema. Le faltó pulso en sus remates, acierto en una jugada que Azón había diseñado para él. Por mucho que no sea una acción directa, el equipo mejoró con su marcha.
Adu Ares (5´5): A su fútbol le faltó continuidad, pero está empezando a elegir mejor y selecciona mejor sus jugadas. Encontró a Azón en el pase de un distinto.
Iván Azón (5): Estuvo mejor generando acciones para el resto que definiendo las que otros habían generado para él. No atinó en sus remates, no acertó en sus intentos, pero fue el mediador de todas las ocasiones. Tampoco el gol pudo explicarse sin los alborotos que provoca en el área.
Cambios del Real Zaragoza:
Francho Serrano (8): Maneja el factor sorpresa, llega al área y cree hasta el final. Obró un milagro que sirvió para hacer justicia y superó sus mejores registros como goleador. Debería ser un hombre de un solo club.
Pau Sans (7): No había encadenado aciertos en sus primeras acciones, pero el chico es capaz de hacer un partido de una sola jugada. Y el Zaragoza no hubiera empatado sin su arrebato.
Toni Moya (5): Dejó buenos detalles, pero a su fútbol le faltó un punto de trascendencia.
Dani Tasende (SC): El partido estaba para su pierna izquierda, para que pudiera mejorar el juego colectivo y bombardear el área. Se sospecha que unas molestias le impidieron participar en un sistema que está diseñado para él.
Alberto Marí (SC): En una acción similar a la que ejecutó en Elda, bajó del cielo un balón que otros harían buenísimo más tarde.
Entrenador:
Víctor Fernández (6): Eligió un sistema impopular y algunas decisiones impopulares. El equipo mereció el triunfo, pero regaló un gol de párvulos. A partir de ahí tuvo que recorrer los mares. Eligió la pausa, la buena letra, la paciencia y después el milagro. Generó mucho, pero lo falló casi todo. Cuando nadie creía, encontró a su cantera. Pau Sans diseñó una pista rebelde y Francho desató la locura. Fue un punto insuficiente, que sirvió para salvar los muebles, pero solo para eso.