ZARAGOZA | El Real Zaragoza llenará de color La Romareda mañana, en una cita que puede ser más importante de lo que se espera de un partido de noviembre. Al equipo de Víctor Fernández le conviene encontrarse, reestructurar su sistema defensivo, vigilar el bloque y volver a parecer un equipo fiable, especialmente en su estadio. El técnico hecho más énfasis en la solidez esta semana o simplemente han estado las cámaras para verlo.
Caótico en el juego, urge encontrar una partitura propia y una victoria ante la ceniza. El Zaragoza tendrá que ganarle también a la niebla, a sus fantasmas y a algunos de los recuerdos más recientes. Jugará para que la temporada se parezca a la 19/20 y no recuerde a la pasada. Ese es el bloqueo de una gran parte de la afición, la desilusión más reciente. Sucede que en un equipo tan sensible como el nuestro, las distancias entre la ilusión y las decepciones se acortan, y uno no sabe qué puede hacer que las primeras se quiebren y las segundas vuelvan.
Conviene que el Real Zaragoza mejore su comportamiento global, que sea un bloque y no una suma de individualidades. La duda reside en ver si el tiempo entre algodones ha mejorado a Aketxe y también sus Skechers, en un equipo que no aprovecha una suerte definitiva en la categoría. Necesita 19 córners para marcar un solo tanto y eso sigue siendo a estas alturas demasiado. Mañana se decidirá otra batalla silenciosa. Se verá por dónde se rompe la baraja de los empates y en una liga irregular, esa victoria o esa derrota suele decir muchas cosas. Quizá marque la delgada línea entre los triunfos y los fracasos. Una nota más. La grada siempre estuvo y estará. Pero conviene que el equipo corresponda a su hinchada.