ZARAGOZA | El Real Zaragoza ha hecho hoy que su leyenda negra se haga inmensa. En una competición que un día fue suya, ante el Atzeneta, un equipo de la quinta división del fútbol español. La etapa de Escribá debería cerrarse de un modo circular, como si su principio y su final pudieran escribirse desde la misma página. Es el primer nombre, también el más sencillo, en una historia que es ya un pozo sin fondo.
El conjunto maño nunca pareció un equipo superior, de otra categoría. Y para vencerle al Zaragoza solo hizo falta ser un equipo. Y eso es decir mucho y poco al mismo tiempo. Entre otras cosas, porque es exactamente lo que el Zaragoza ha dejado de ser. Lo logró el Atzeneta y un puñado de jugadores que vivieron la noche de sus vidas. En el otro lado del césped, estuvo un grupo triste, peleado con su suerte, tan maldito como su portero.
Gaëtan Poussin fue víctima y verdugo, reincidente en el peor despiste, convencido ya de su propia derrota. Su rostro después, tenso y tembloroso, provocaba una extraña mezcla de emociones. La rabia del aficionado, la compasión del ser humano. Ha quedado marcado por la suerte, superado por las circunstancias, condenado ya para siempre. Cuesta pensar que un portero pueda recuperarse de una suma de errores que nunca se habían visto antes.
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— Atzeneta UE (@Atzeneta_UE) November 14, 2023
Poco importó que Mollejo marcara pronto, porque la reacción del Atzeneta llegó temprano y luego fue definitiva. El conjunto de Berna Ballester fue un equipo aplicado, convencido de sus posibilidades. Colaboró el Zaragoza, huésped de todos los miedos, desertor de Fran Escribá. Su continuidad, anunciada por el técnico en rueda de prensa, parece ahora un disparate, por mucho que la responsabilidad del ridículo deba repartirse entre muchas partes.
El duelo ante la SD Huesca no será ya una frontera, sino un volcán en llamas. Nadie sabe a ciencia cierta lo que puede pasar en las próximas horas, pero nunca una eliminación pudo doler tanto como esta. El bucle se repite y los guiones parecen escritos por enemigos, como si una maldición conspirara contra el Real Zaragoza. Contra un club que se hundió hoy más que nunca sobre el césped.