Volvió el fútbol a La Romareda en una mañana de septiembre peculiar, de otro tiempo, en la que predominaron los niños, la alegría y el optimismo. El entrenamiento transcurrió con normalidad, sin sobresaltos, lo cual ya es mucho tras los últimos percances, y Hugo Pinilla siguió mostrándose con los mayores. Destacaron los ejercicios de finalización y de pelota parada, aunque también Víctor reservó un espacio para el trabajo específico, en la parte final del ensayo.
Abrir las puertas de la quebrada Romareda fue un movimiento acertado en todas sus formas, una muestra de cercanía poco común en el fútbol actual. La afición respondió a su manera, en un acto que ya no sorprende a nadie pero que no por eso debe pasar por alto, y cerca de 3.000 personas arroparon al equipo antes del regreso oficial al estadio municipal.
Los chicos de la casa fueron los más aclamados. Iván Azón, especialmente inspirado durante toda la sesión, levantó los primeros cánticos. Nieto, todavía inédito en estas tres primeras jornadas, hizo lo propio tras un par de remates y Francho se los ganó poco después.
Quedó tiempo para los autógrafos, las fotos y las bromas, para peticiones de todo tipo, desde botas hasta sudaderas y guantes, hasta felicitaciones se escucharon: “Enhorabuena por tu pretemporada, chaval”, le gritaron desde la grada a Marcos Luna cuando se retiraba al finalizar el entrenamiento. El Zaragoza premió la presencia de sus aficionados con balones que los jugadores patearon a la grada y la mañana terminó con una marabunta de niños a la salida de La Romareda, ya tras la rueda de prensa de Víctor Fernández. Hoy, el club hizo buena una vieja frase que no debe caer en el olvido: el fútbol es de sus aficionados.