Salvo un giro extraño de los acontecimientos, Tomás Alarcón tendrá una nueva oportunidad en el once titular del Real Zaragoza. Su apuesta decidió el modelo de invierno: se buscaba el corto plazo, los descartes de Primera, el rendimiento inmediato. Funcionó con Bebé, en la segunda tentativa, pero la suerte de Alarcón ha sido distinta.
El chileno inició mal sus dos primeros partidos y lo empeoró todo en El Molinón. Imprudente, llegó tarde a la disputa hasta forzar su expulsión. Desde entonces, solo ha tenido minutos esporádicos, fragmentos de juego. Un espacio muy diferente al que el chileno esperaba tener en Zaragoza y opuesto al que Escribá había guardado para él.
El técnico ha elogiado en público y en privado las condiciones de Alarcón. Su inteligencia táctica, su perfil batallador y un fútbol práctico, que se entiende desde la sencillez. En sus últimos encuentros, con el partido ya en marcha, Alarcón ha elegido siempre el camino más simple. Una solución que, como decía Cruyff y como todo el mundo sabe, siempre fue la más compleja en este juego.
El duelo ante el Albacete está lleno de laberintos para el Zaragoza. La Ponferradina acorta las distancias con el descenso y el equipo de Escribá necesita un triunfo para evitar nervios. Lo busca además en un partido distinto a los anteriores, mermado por las bajas, con hasta ocho posibles ausencias: Zapater, Grau, Bebé, Azón, Luna, Mollejo, Vigaray y Jairo Quinteros.
Si las más sensibles se concentran en la media, Escribá mira a su banquillo y encuentra a Alarcón como solución de urgencia. El chileno necesita mejorar sus impresiones: “No se ha podido ver nada de mí, no me siento con confianza ni con las expectativas que tenía antes”.
El abanico de opciones se acaba en la medular y Tomás Alarcón quiere alcanzar en primavera los registros que se esperaban de él en invierno. Su mejor opción llegará el próximo domingo: “Sería raro no jugar ante el Albacete y es exactamente lo que quiero. Sé que en cualquier momento me va a llegar una oportunidad y no la voy a soltar.”