ZARAGOZA | El duelo entre Barbastro y Barcelona dejó imágenes para el recuerdo. A pesar de la derrota, el fútbol fue una fiesta. La petición de matrimonio de Israel García a su novia fue el mejor ejemplo de un día inolvidable, que situó Barbastro en el mapa del fútbol nacional. De camino al Municipal, hubo un recibimiento especial, naranja y rojizo como el color de sus bengalas. Después, tras conquistar la pendiente y una larga fila de puestos y banderas esperaba la entrada. Un estadio de otro fútbol, que estuvo como nunca.
El Barbastro decoró todo el estadio y lució un mosaico precioso en su grada supletoria. A veces los sueños se abrazan. Acompañó la megafonía con una melodía épica, un sonido con el que confabularse con la historia, una sintonía para buscar la hazaña. Quiso el Barbastro que el reloj se parara dos años consecutivos en la misma hora. No pudo ser. No hubo lugar para las sorpresas, solo para la fiesta.
El Barça controló el partido y todas sus emociones. Marcó pronto y no hubo sitio para un cuento de hadas, sí para una goleada que entraba en los pronósticos. Lewandowski marcó dos veces, como un asesino frío, sin escrúpulos, mientras Eric García y Pablo Torre le añadían su firma. El Barbastro, una vez que escribió su derrota, decidió jugar sin miedo, en busca del gol de la honra. Consiguió de esa forma alzar el orgullo de toda una localidad, que un ejército de futbolistas fueran también los héroes locales de esta historia.
Los reflejos de Arnau, el compromiso de Bautista, Arroyo, Santigosa, Israel y Sito; el espíritu competitivo de Jaime Ara, Javito o Albín; la valentía de El Haddadi o Guille Alonso. Y el sentido de grupo de todos los relevos, desde Víctor Méndez hasta Jurgi Oteo, pasando por Manu Castillo, Gastón o Marc Prat. Nombres que forman parte de una historia que queda para siempre. También de un relato que será recordado por los cánticos hacia Dani Olmo o la búsqueda de un Laporta que nunca supo pasar desapercibido.
En la noche copera no hubo lugar para los sueños imposibles, pero sí para una victoria del amor y del pueblo, un elogio del fútbol de barro. Un triunfo en las gradas.