ZARAGOZA | El Real Zaragoza ha cambiado un matiz fundamental desde la llegada de Víctor Fernández. El equipo tiene más margen en los partidos, una capacidad de respuesta no vista hasta la fecha. Esa noción se explica a través de una reparación estructural: el Zaragoza se reengancha a los partidos y es capaz de recuperar resultados que en otro punto de la temporada parecían perdidos.
Víctor Fernández ha sumado 9 de los 21 puntos posibles. El balance está lejos de ser redondo y admite muchas posibilidades de mejora. El progreso se centra en otro detalle. En 8 de esos 9 puntos sumados el Real Zaragoza supo reaccionar a un gol del rival para cambiar el resultado. En las etapas de Escribá y Velázquez, un gol encajado siempre pareció una condena. Víctor, incluso con el descenso más cerca, ha conseguido escribir una historia diferente.
Frente al Tenerife, logró modificar antes del descanso el empate que había firmado Ángel Rodríguez. Frente al Elche consiguió empatar un partido que parecía perdido, por la vía que encontró Iván Azón. Ante la SD Huesca, supo darle la vuelta al resultado, a través del descaro de Liso y de la frialdad de Maikel Mesa. La fórmula del canario se repitió para sumar un empate sobre la bocina en Butarque.
La estadística cobra mayor importancia si se tienen en cuenta los precedentes. En toda la temporada, el Zaragoza solo había sido capaz de sumar puntos en tres partidos en los que el rival empezó marcando. Lo hizo ante Racing de Santander y Amorebieta con Escribá y frente al Espanyol con Julio Velázquez. El resto de los goles encajados fueron siempre definitivos, una losa para el grupo y una derrota sin remedio.
La distancia se acentúa con Víctor Fernández y su discurso, destinado a cambiar la mentalidad del grupo, a no considerar un gol del rival como un imposible. El técnico ha fortalecido al bloque, ha transmitido confianza y el Zaragoza tiene capacidad para levantarse. Con Víctor, el equipo tiene ahora una vida extra.