La casualidad ha querido que en el transcurso de pocos días dos acontecimientos graves en el mundo del fútbol saquen de nuevo a la luz el grave problema de la violencia en los estadios: los insultos de Leo Messi y la pelea entre padres en un partido de infantiles, ambos hechos interconectados entre si.
La tangana entre padres que todos pudimos ver en los principales medios de comunicación no es más que la punta de un iceberg. En los cientos de partidos de fútbol base que se juegan cada fin de semana abundan las conductas antideportivas, en mayor o menor grado, procedentes tanto del público como de los jugadores, técnicos y directivos.
“Insultar al árbitro es un hecho tan propio del fútbol como que hay un balón, dos porterías y veintidós jugadores”
La mayoría de estos hechos no pasan a tener mayor trascendencia porque no son de extrema violencia o no hay imágenes que difundir en los medios. Pero sin duda, el principal motivo es la normalidad con que se acepta. Insultar, menospreciar o ridiculizar al árbitro, al equipo contrario y a la hinchada rival son hechos tan propios del fútbol como que hay un balón, dos porterías y veintidós jugadores.
Cuando acontecen escenas como la referida, todos los estamentos muestran su indignación, corren ríos de tinta, se aplican sanciones y se pasa página, esperando que la próxima vez, tarde mucho en ocurrir y que sea lejos de su feudo. Es duro decirlo pero esto son muestras de cierto grado de hipocresía y una defensa irracional de intereses creados por parte de los estamentos gestores del fútbol, que por su posición deberían tomar las principales responsabilidades (federaciones, clubes, Consejo Superior de Deportes y Liga Profesional) Otros como los medios de comunicación, asociación de árbitros, sindicato de jugadores, patrocinadores, asociaciones de padres y colectivos de entrenadores también tienen una importante labor por delante.
En el fútbol profesional, hasta el acontecimiento más intrascendente tiene una repercusión informativa nunca vista con anterioridad. Cámaras y micrófonos a los que no escapa el más pequeño detalle, el vertiginoso desarrollo de las redes sociales… todo llega hasta la aldea más recóndita de cualquier continente. Y ya no digamos cuando el protagonista es Leo Messi, ídolo planetario, referente de millones de aficionados y protagonista de los sueños de los jóvenes futbolistas.
Messi ha demostrado que a pesar de todo es humano y que en un determinado momento, como cualquier otro, puede dejarse atrapar por la ira y la falta de respeto. También ha demostrado que es capaz de pedir disculpas pero no lo ha hecho de una manera elegante, al hacerlo después de la sanción y no antes. Así parece que sea de forma interesada y nada sinceras. Y en línea parecida, su club, en muestra de una lealtad mal entendida, manifiesta su “sorpresa e indignación” y lo injusto y desproporcionado de la sanción.
De nuevo la historia de esta clase de hechos, recurrentes indistintamente entre diferentes clubes, se repite; más de lo mismo. Otra historia de oportunidades perdidas. ¿No hubiera reforzado más la imagen de Leo Messi cómo referente pedir disculpas inmediatamente, no justificarse y admitir las consecuencias de sus actos? ¿No puede un club, en aras de diferenciarse por encima de los demás, declarar que la deportividad es uno de sus principales valores, sin distinción de cuál de sus miembros esté implicado? Esta sería realmente la mejor forma de comenzar a atajar esa falta de educación que todos reconocen existe cada domingo en cualquier categoría de nuestro fútbol.
“Hay que desarrollar y llevar a cabo con convicción, programas de formación”
Y para terminar hablando de soluciones, no encuentro mejor manera que citar a Jose Mª Buceta, Doctor en psicología deportiva: “La solución no es prohibir, sino educar”. Un camino largo; pero si se buscan soluciones eficaces, no se trata de poner parches para salir del paso, ni hay que desanimarse porque en las primeras charlas para padres, muchos no acudan. Al contrario, hay que desarrollar y llevar a cabo con convicción, programas de formación para padres que tengan una continuidad. En función de los medios disponibles, estos programas pueden ser más o menos extensos, pero hasta el club más modesto puede tener su programa para padres.
Otra figura clave es el director deportivo, quien debe programar y coordinar la realización de estos programas. También podrían tomar la iniciativa los propios padres, pero son los clubes y las federaciones, es decir, los profesionales del deporte, quienes más tienen que asumir esa responsabilidad. La mayoría de los padres mejoran su comportamiento dentro y fuera de las gradas cuando se les informa y se les da la oportunidad de reflexionar, comunicarse con los entrenadores y los directores deportivos y actuar con responsabilidad”.