Es quizá el gran termómetro que mide la altura de una afición: la pasión con la que vive los buenos y también los malos momentos de su equipo. Cuando ésta consigue movilizarse sin tener un estímulo al que aferrarse es síntoma de madurez, de fidelidad, pero no todas la tienen por muchos años de historia que tengan a sus espaldas.
Esas aficiones que mueven al equipo, que creen sin ver, están contadas con los dedos de las manos, por eso tampoco conviene hacerse el harakiri; no somos muy diferentes a nadie, por mucho que intenten convencernos de ello. Pero de vez en cuando conviene mirar hacia atrás, siempre es bueno saber de dónde venimos. Por lo visto, el pasado fin de semana en El Alcoraz, algunos pitos -poquísimos- escuchados en las gradas rozaron lo sorpresivo. Con amigos así no necesitamos enemigos.
Cuesta entender que haya gente discordante en un momento así, pero será que uno anda con su cabeza en la Luna. El público es soberano. Estamos creciendo como afición, la relación directa entre club y peñas es algo que también debemos pulir. La gente anda muy ilusionada, no debemos poner freno a sus emociones. Me entusiasma ver al estadio cantar el himno a capela, recibir al equipo, acompañarle en la geografía. Ser azulgrana está empezando a ser un ritual.
A veces me hago una pregunta: ¿Somos conscientes de lo que estamos viviendo? Y la respuesta es, literalmente, no. La vida pasa tan rápida que perdemos muchas vivencias en el camino, y sólo cuando el tiempo y el recuerdo hacen mella en nuestra retina adquieren la dimensión que merecen. Somos más de lamentar cuando perdemos lo que tenemos que de disfrutar de ello cuando lo poseemos. Será que somos humanos. Sólo nosotros tropezamos dos veces en la misma piedra.
“Los números no engañan: la temporada está siendo un escándalo”
Pues ésto es más o menos lo que está sucediendo con este club. El grupo de técnicos y el elenco de jugadores está sucediendo tan rápido que a veces me gustaría detener el tiempo. Lo mires por donde lo mires: los números, la proyección de la entidad y su formidable temporada, se entienden cuando uno mira asombrado las cifras estratosféricas que el papel refleja. Los números no engañan: la temporada está siendo un escándalo.
Por eso, uno aún le da mayor relevancia a las cosas cuando observa con detenimiento cómo ha sido el camino para conseguirlas. El fin nunca justifica los medios. Por muy repetido que sea, es la mayor mentira que habita en la Tierra y seguramente la más injusta. El camino de esta SD Huesca está siendo brillante y pone de manifiesto que las cosas no pasan porque sí; hay detrás un trabajo descomunal, fruto de decisiones acertadas, de técnicos cualificados y de jugadores que mezclan experiencia y futuros prometedores.
La forma para llegar al éxito está siendo impecable. Hoy el Huesca es granero de alabanzas y piropos por doquier. El escuchar a obcecados detractores hablar bien de este Huesca pone de manifiesto que el éxito es total. Tampoco conviene relamerse demasiado, pero obviar un momento tan dulce es un ejercicio de represión.
“Nunca pensé que ser modesto y tener éxito diera tanta felicidad”
Seguramente estemos destinando menos páginas de las deseadas en rendir pleitesía a un proyecto que, en nada, copará portadas a nivel nacional. Pero todo llegará, el reconocimiento tendrá tintes épicos. Hay tantas ganas por completar esta travesía que aún tenemos la prudencia a cotas infinitas. Este club nació desde la humildad y siempre será bueno que le acompañe. Nunca pensé que ser modesto y tener éxito diera tanta felicidad. Por eso no está de más guardarse en el baúl de las recuerdos lo que en estos momentos estamos disfrutando.
Algún día habrá gente a la cual se lo tendremos que recordar. Tiempo al tiempo. Tampoco sirve de mucho recordar que hace nada éramos unos olvidados; lo bueno de todo es que hemos cambiado la historia, ahora ya nos miran con otros ojos. Bendito el momento. Para mi tranquilidad diré que ésto ya no nos lo quita nadie, pasarán las temporadas y este Huesca de Rubi seguirá copando el olimpo de los mejores clubes en Segunda. Sólo queda el remate, que será como tocar el cielo. Eso sí, el camino está siendo algo muy parecido al paraíso.
Otro tema que está empezando a ser fastidioso es la limitación del aforo. El club es quizá el más dolido con no poder dar más cabida a todos los seguidores que, día sí día también, se quedan fuera del estadio. El Alcoraz está empezando a quedarse pequeño, pero tampoco hemos de volvernos locos; hace apenas unos meses este campo era suficiente. Todos somos bien recibidos pero, por favor, que impere el sentido común. La transformación lleva un tiempo. La llegada de la nueva tribuna aliviará a esos aficionados sin asiento.
Además, se está trabajando en un sistema informatizado que libere asientos. ¡Sí! Un sistema que gozan unos privilegiados en el fútbol nacional, que vale un dineral introducirlo pero que aquí demandamos como si fuera un retraso prehistórico no contar con ello. No hemos tocado pelo y ya queremos presumir de ello. Lo que uno empieza a escuchar roza el surrealismo.
“Estemos a la altura del momento. Es lo mínimo que se espera de nosotros”
Pronto se nos olvida quiénes somos. Por suerte son unos pocos, muy pocos diría yo, que no solo tienen la osadía de reclamar lo que hasta hace nada les importaba más bien poco, sino que además recriminan a algunos socios -muchos de ellos de años y años- que si no pueden o no quieren ir -están en todo su derecho- liberen esos asientos. Algunos de estos socios de antaño nunca se quejaron cuando había a su alrededor miles y miles de plazas sin ocupar, nunca elevaron la voz cuando sus cánticos apenas tenían seguimiento, acudían fieles y sin rencor.
Qué injusto es ahora reprocharles que a algún partido fallen y se les critique sin ni siquiera saber el porqué. Es rabioso ver butacas vacías, pero quien conoce este campo sabe de sobras que son muy pocos los que se quedan en casa.
Siempre he apostado porque nadie está de más, porque todos somos importantes, que cuantos más seamos, mejor. Ahora empiezo a considerar que hay personas que no merecen ser escuchados. Es tal el nivel de exigencia y derechos adquiridos que impera el “lo mío es mío y, lo tuyo, de todos”. Por supuesto que están en todo su derecho de quejarse pero, por favor, estemos a la altura del momento. Es lo mínimo que se espera de nosotros.