ZARAGOZA | Víctor Fernández marca el camino del Real Zaragoza, dominador de la escena, dueño del discurso. Lo hizo en la previa del duelo ante el Burgos y lo hará mientras esté en el banquillo. El técnico siempre comunicó de una forma especial, lúcido, formado, con frases que parecen preparadas en su memoria. El mapa de su zaragocismo le permite elegir algunos lemas y mensajes que quiere propagar, eslóganes que este club podría guardar bajo llave.
En una de las últimas ruedas de prensa a las que pude asistir, Víctor Fernández sacó un papel de su bolsillo. Era su única referencia. Fernando López había dejado claro el día anterior cuál era el objetivo del Real Zaragoza para este curso. “Nos tenemos que quitar las vendas y las caretas, el Real Zaragoza tiene que pelear por el ascenso”. El técnico recogió el guante de Fernando López: “si no tuviera garantías de la propiedad o la idea de un proyecto ambicioso, yo no estaría aquí”.
Justo después de aquella frase, Víctor Fernández recuperó la idea que guardaba en su bolsillo. “Una vez que sabemos a dónde queremos ir tenemos que tener clara una pregunta: “¿dónde estamos ahora?”. Era una pregunta fundamental, ineludible, que nadie se suele hacer casi en ningún punto del fútbol y que conviene repetirse con frecuencia en cualquier camino. En eso el técnico también es distinto, inquieto, metafísico, muy consciente de su propia figura. Al acabar aquella comparecencia pude ver aquel papel que había recortado a modo de chuleta. Se levantó y se alzó sobre el micrófono, fuera ya de cámaras y repitió dos veces la pregunta que tenía escrita entre sus manos. Lo hizo de un modo teatral, como si declamara en un recital de poesía o enfrente de un atril, con la atención de sus alumnos: “¿Dónde estamos? ¿dónde estamos?”.
Víctor Fernández y un gran inicio
A Víctor Fernández le gusta dónde está su equipo ahora, cuatro partidos después de aquella pregunta que quedó en el aire. Incluso parece sorprendido por el inicio arrollador de su Zaragoza. En el plan de la temporada, el técnico ha elegido un compañero de viaje especial: David Navarro. Lector del juego, especialista en el fútbol posicional y en el espacio reducido, Navarro es la voz que más se oye en todos los entrenamientos. En el sitio del centinela aparece Víctor, capaz de detectar el talento, de escuchar la melodía del pase de interior, de ilusionarse con el lenguaje del rondo.
Ícono del club, el técnico es consciente del lugar que le otorgará la historia si consigue culminar su obra. En este inicio de temporada se le ve feliz, ilusionado, rejuvenecido. Certero en sus mensajes, lúcido en las decisiones que toma sobre la marcha. Nadie es héroe todo el tiempo y sobre su figura se estiman algunas sombras. Quizá la mayor de todas ellas reside precisamente entre quienes sienten la necesidad de protegerle. Básicamente porque Víctor Fernández siempre se defendió solo, con sus triunfos y una forma especial de entender el juego, de sentir el equipo y de elegir su discurso.
La vida ofrece algunos guiños inesperados, que uno no sabe si le encuentran o en el fondo los está buscando. El Real Zaragoza es uno de los temas centrales de cualquiera de mis conversaciones y sirve para aligerar los encuentros más cotidianos. Hace poco pedí ayuda en un centro comercial. No tardé en darme cuenta de que el vendedor que me asistió vivía por y para el Zaragoza. Hablamos del inicio de competición, del cierre de mercado y hablamos, fundamentalmente, de Víctor Fernández. El vendedor había vivido sus cuatro etapas en el banquillo y sentía por el técnico verdadera devoción. En aquella conversación, escuché una frase que no he olvidado, que descubre lo que significa Víctor para el Zaragoza:
-Creo mucho en Víctor Fernández. Tengo la certeza de que si nos cogiera a ti y a mí, nos haría buenos futbolistas.