ZARAGOZA | La gala de premios Memotiva de AupaZaragoza en el Restaurante Aura fue un punto de reunión para un sentimiento. Sirvió como conjura y como celebración del zaragocismo. Los premios recayeron en Adrián Liso como el mejor canterano, en Toni Moya como el autor del mejor gol del curso y Alejandro Francés como el mejor jugador de la temporada pasada. Los futbolistas del Real Zaragoza no pudieron acudir a la cita. Tampoco Francés, ahora en Girona, pero su madre recogió el galardón en uno de los momentos de la noche. El instante más emotivo llegó con Víctor Fernández, que recogió el premio León Zaragocista. A su discurso le precedió un elogio del periodista Pedro Luis Ferrer. “Se nota que es mi amigo”, bromeó Víctor antes de su abrazo.
Víctor Fernández dio un discurso próximo a los cinco minutos. Cercano, emotivo, sincero, pasional. El técnico felicitó a los premiados, muy especialmente a Alejandro Francés, al que confiesa “echar mucho de menos”. Agradeció a los asistentes, elogió su seguimiento incondicional y un apoyo que mantiene vivo al club. Y de una forma improvisada, utilizó su atril de altavoz y de confesionario: “Hemos vivido momentos buenísimos, ahora estamos viviendo algunos muy duros. Pero intentaremos salir con el apoyo de todos hacia adelante. Tenemos mucha ilusión, muchas esperanzas. Sabemos que es una aventura tremendamente compleja, pero creo que por ilusión no nos va a ganar absolutamente nadie”.
De un modo natural, su discurso se volvió espontáneo pronto, abierto, más cristalino de lo que hubiera imaginado: “El año pasado viví lo peor de mi etapa como entrenador. Fueron tres meses muy duros. Era un grupo con chavales fantásticos en el vestuario, pero el desarrollo futbolístico que tenían y sus circunstancias lo convertía en un equipo de características muy especiales. Lo pasé mal, muy mal. Yo estaba muy contento viviendo siete u ocho meses en Zaragoza y tres o cuatro en Galicia. Me llamó el Zaragoza y no me podía negar”.
El mismo motivo que le trajo entonces, la voluntad de salvar al club y cerrar su obra sigue vigente: “Ahora sigo aquí porque cuando me reuní en Madrid con la propiedad fui absolutamente exigente y pensaba que me iban a decir que no. Lo fui respecto a lo que había que hacer este año. Y me dijeron que sí. Tenía que seguir”. Consideró que la suerte de los técnicos depende de sus futbolistas, una suerte que siempre le acompañó en sus etapas en La Romareda: “Tuve la fortuna de entrenar a jugadores que me emocionaron como espectador. Y ahora luchamos por recuperar una emoción que hemos perdido, por volver con los grandes y luchar en el lugar que nos corresponde”. En el cierre de su discurso amagó con las lágrimas, cerca de desdecir su primera advertencia: “Voy a intentar no llorar”, había dicho entonces. La emoción le invadió al reparar en algunos rostros de viejos amigos, cuando volvió sobre sus pasos.
En el centro de su discurso, se dirigió a su público y dejó una frase especial: “Mi energía viene de mi zaragocismo, de mi pasión, de mi sentimiento, de vuestro apoyo”.