“Víctor vete ya”, “Víctor Fernández ya no sabe qué hacer”, “solo pone nombres y no nombres” y mil frases más del estilo se han podido leer en redes sociales el último mes. Y lo cierto es que el rigor técnico-táctico de míster zaragocista parecía haber desaparecido. Cariacontecido y desanimado en las ruedas de prensa, Víctor era la fiel imagen de un Zaragoza triste e inmóvil.
No eran buenas semanas para el equipo las anteriores. Pese a empezar la temporada de forma inmejorable gracias a un bloque unido que se entendía a la perfección y a la eficacia en las dos áreas, el equipo se vino a menos. La baja de Dwamena, equipos que venían a La Romareda a encerrarse y un grupo que parecía distanciarse cada vez más llevaban al Real Zaragoza a sumar la friolera de una victoria en los últimos ocho partidos.
Crisis de identidad, de juego, de ambiciones y de plantilla. Pero sobre todo un choque de intereses -no directamente pero dí a través de la prensa afín- entre la dirección técnica y la dirección deportiva. Esta disputa solo podía acabar con un perjudicado, el denominador común que ha llevado a ambas partes a juntase: el Real Zaragoza.
Víctor Fernandez: superar la crisis y abandonar egoísmos
Parece que ambos bandos se han dado cuenta que así no se iba a ningún sitio. Y, por fin, Víctor Fernández vuelve a ser él. Vuelve a ser el que era antes porque ha recobrado la ilusión, porque ha vuelto a confiar en su plantilla, porque vuelve a anteponer su sentimiento zaragocista por encima de cualquier cosa. Víctor vuelve a ser Víctor porque vuelve a contagiar en los partidos, porque cuando estás en la grada de La Romareda y mirás al banquillo vuelves a la afcición blanquilla personificada en el entrenador de tu equipo, y, sobre todo, porque vuelve a transmitir optimismo desde el sillón de la sala de prensa.
No hay más que ver la rueda de prensa previa al partido frente a Las Palmas. Ilusión, optimismo y confianza en que la afición volviera a disfrutar con un Real Zaragoza que, por su parte, vuelve a disfrutar del frenetismo. “Vamos a darle a nuestra afición motivos para que vuelva a casa orgullosa de su equipo”, decía el zaragozano. Y así fue.
“Lo más importante es que recuperemos nuestra identidad, nuestro estilo, y eso pasa por tener mayor confianza individual y grupal, y saber cada uno lo que tiene que hacer sobre el campo”. Víctor ha devuelto la confianza a sus jugadores. Ha vuelto a demostrarles que no podemos depender de las bajas para jugar al fútbol. Este es el equipo que quiere la hinchada. Rasmia, tesón y corazón para hacer un Real Zaragoza campeón. O como mínimo que luche por ello.