Nunca nadie dijo que fuese a ser fácil. Conseguir cada victoria en Segunda División es una tarea hercúlea para este escaso Real Zaragoza, más a aún cuando lograr los tres puntos suponen la única red de seguridad ante el vacío más absoluto. Los hombres de Juan Ignacio Martínez arrancaron con uñas y dientes otra victoria por la mínima en La Romareda, esta vez ante un vistoso Mirandés, que rellena de nuevo el depósito de la esperanza.
El escenario ideal para el Zaragoza
El retorno de Francho Serrano a la convocatoria presagiaba cambios en una medular cumplidora pero superada en Vallecas la semana pasada. Sin embargo, JIM volvió a depositar su confianza en los mismos titulares que cayeron derrotados ante el Rayo. Con la única y esperada titularidad de Mathieu Peybernes en la defensa, el Real Zaragoza alineó su recurrente 4-4-2. A priori un sistema reactivo frente al juego del Mirandés, pero que le vino como anillo al dedo a JIM tras el tempranero tanto con la tripa de Peybernes. Un planteamiento ejecutado sin fisuras.
Sí que es verdad que hubo cosas que no se entendieron, como por ejemplo la presencia de un delantero con las características de Alegría en un partido como el de ayer. Sin velocidad punta y con nula autosuficiencia, la presencia de Alegría, desatinado en el penalti y estéril durante el partido, taponó los muchos espacios que generó el Mirandés a la espalda de sus centrales.
Cinco minutos que valieron una victoria
Una de las claves del encuentro apareció en los primeros cinco minutos. La puesta en escena del anfitrión dejó agarrotado a un Mirandés que solo pudo esperar a que pasara el temporal. Alberto Zapater cogió las riendas del equipo desde la medular, dando una verdadera lección de despliegue físico y anticipación. Este empuje inicial generó dos ocasiones claras y posteriormente el gol del debutante Peybernnes tras un buen córner botado por Bermejo. Todo a pedir de boca.
El Mirandés ha demostrado a lo largo de la temporada que no está donde está por mera casualidad. Los jabatos de José Alberto López tienen muy interiorizado a lo que juegan y van con sus ideas hasta el final. Alineados en un 4-2-3-1, su propuesta futbolística giró en torno a sus tres centrocampistas, siempre con buen trato de balón y generosos en los esfuerzos. En el municipal saltaron Messeger y Álex Lopez en el doble pivote junto a Javi Muñoz en la mediapunta, un triunvirato que dominó el partido tras el tempranero gol local.
Los burgaleses sometieron al Real Zaragoza a base de triangulaciones y un alto porcentaje de acierto en sus acciones. El Mirandés copó hasta un 73% de la posesión durante los primeros 45 minutos, una cifra casi inaudita en La Romareda. El Real Zaragoza replegó en bloque medio-bajo con las dos líneas de cuatro bien juntas, y con Narváez y Alegría en espera continua.
No obstante, los de Miranda de Ebro no terminaron de encontrar situaciones claras de remate, gracias en parte a la concentración y empeño defensivo de la retaguardia aragonesa. El Real Zaragoza renunció al esférico para minimizar los perniciosos errores en salida de partidos anteriores, y al mismo tiempo tener oportunidad de atacar los espacios.
Serrano para reactivar al Zaragoza
El resultado a favor desprendía sensaciones encontradas. La remontada sufrida en Vallecas estaba aún muy reciente, y el Mirandés, aunque sin demasiado acierto, se encontraba muy cómodo con el balón. Ir por delante en el marcador no evitó que el miedo se palpara en el ambiente.
Lo que tuvo claro Juan Ignacio Martínez es que defender tantos minutos detrás del balón podría acarrear consecuencias negativas. Más aún si el combustible diésel del centro del campo zaragocista parecía no durar mucho. Zapater, a sus 35 años, protagonizó un serio ejercicio de pundonor e inteligencia posicional sobre el terreno de juego, además de tener en su botas las ocasiones más claras del equipo. El inmenso despliegue físico provocado por la siempre exigente carga de trabajo con la que lidia el compañero de turno de Eguaras decantó su sustitución por Francho Serrano a falta de 25 minutos. El canterano volvía a los terrenos de juego tras superar el covid-19, un retorno muy esperado.
Francho volvió a hacer gala de su apodo. Con la astucia e inteligencia de un zorro, lideró la presión del Zaragoza para cazar a su víctima en su propio campo. Con un Mirandés desgastado ante la falta de pegada, Francho, en una de estas, adelantó su posición y, con la inestimable ayuda de Alegría en el presión, consiguió arrebatar el esférico al Mirandés en el borde de su área en la jugada que originaría el penalti errado del Zaragoza. En los 25 minutos que jugó le dio tiempo a recuperar hasta cuatro balones, además de dinamizar todos los ataques banquillos. Sin duda una decisión técnica que, esta vez, le dio la razón a JIM.
Sufrimiento controlado hasta el final
A partir de la entrada en el terreno de juego de Francho, y con la posterior incorporación de Sanabria y Azón para dar profundidad y aire fresco, se puede considerar que el plan de JIM terminó en buen puerto. El planteamiento defensivo y reactivo de la primera parte, beneficiado incuestionablemente por el gol a los cuatro minutos, acabó por desgastar a un Mirandés excelso en su circulación, pero con carencias en las dos áreas. En la segunda parte, aun con poca posesión, el Zaragoza ganó metros y decantó el partido a su favor.
No se contabilizaron ocasiones claras del Mirandés en los últimos minutos y el Real Zaragoza gestionó con oficio el siempre temido tiempo de descuento. La Romareda con JIM al mando está siendo un auténtico fortín, donde tan solo ha perdido un partido y ha ganado los otros cinco. No obstante, la salvación no puede depender de mantener de puntuar en casa únicamente, lejos de La Romareda se debe empezar a ganar o tocará sufrir hasta el final.