El Real Zaragoza ha iniciado el mandato de Fran Escribá con la baja más sensible que podía tener en su plantilla. Cristian Álvarez se perderá el próximo mes de competición, afectado por una lesión casi impronunciable. Concretamente, sufre una fractura en el apófisis coronoides del cúbito, como si alguien supiera lo que es eso.
En su lugar, Escribá ya promocionó en su primera rueda de prensa a Álvaro Ratón. Mientras, en el filial Dani Rebollo hace paradas que tienen el valor de un gol. Está por ver si el técnico elige a un portero en la sombra como el gallego o a una promesa como relevo. Pero mientras tanto, resulta inevitable considerar la ausencia de Cristian como una tragedia cotidiana.
Hace tiempo que me gusta ver los partidos de Cristian Álvarez como si fueran un acontecimiento en sí mismo. Es una sensación extraña, como si la nostalgia pudiera anticiparse, como si quisiera prepararme siempre para el día en que no esté. A veces loco y a veces mago, Álvarez vive el encuentro en un trance extraño. Medita y habla con sus fantasmas, en busca de un susurro o un anuncio: hacia ese lugar tendrá que volar en su próxima parada. El argentino lidera desde el silencio y actúa, en el punto exacto en el que su equipo le necesita.
A Cristian Álvarez a veces le vencen sus demonios. En Mendizorroza lo demostró en una salida caótica, en la que perdió el norte y todas las referencias. Minutos antes había evitado un gol que le costó una fractura en el codo. Se provocó así una lesión que es también un trabalenguas y de la que nunca podré acordarme. Pero que sirve para pensar que hemos perdido el único as que hay en nuestra baraja.
Sanllehí preparó un cambio de guión con la temporada en marcha. La competición que nunca se detiene ofreció un respiro muy oportuno. Llegó Fran Escribá con un método que se entiende mejor desde la pausa. El técnico valenciano se estrenará en Copa, en busca de las sensaciones que encontró Juan Ignacio Martínez hace dos temporadas en Torrelavega. Ni en ese desplazamiento ni en los siguientes podrá contar con Cristian Álvarez, un portero con milagros. Creo entonces que estamos más perdidos de lo que imaginaba.
Es tarde y empiezo a pensar que mi reacción a la noticia ha sido exagerada. Debería estar acostumbrado a las ausencias de Cristian Álvarez, que se pierde siempre tres o cuatro partidos por temporada. Descubro a deshora una recopilación de sus paradas que no había visto hasta ahora. Algunas son recientes y no sirvieron para evitar la enésima derrota. Se me ocurre entonces una coartada perfecta para todos mis miedos. Cuesta mucho aceptar que el héroe que siempre está no vaya a durar para siempre. En este Zaragoza, nadie sabe vivir sin Cristian.