Desde la última vez que nos vimos han pasado… ¿Cuántos días? ¿Semanas? Ese podrá ser el comienzo de cualquier conversación cuando todo esto pase. Cuando podamos volver a salir a la calle, cuando podamos ir a La Romareda a ver fútbol, o al bar a disfrutar de nuestro Real Zaragoza.
Posiblemente cuando todo esto pase, la vida recomenzará. Volveremos a los preparativos como si del primer día de colegio se tratara. Será parecido al ritual de cada final de verano preparando los cuadernos, los libros, el estuche y la mochila. Volveremos a sacar las bufandas, las banderas, las camisetas, y el fútbol volverá a las gradas. Y es que el fútbol sin gradas es como el cocido sin sus sacramentos. Le falta algo.
Hoy me doy cuenta de lo lejos que queda todo. Tan lejos me queda La Romareda como lejos quedan mis padres a 425 kilómetros o mi hermano y su familia a 21. Hasta los vecinos que tengo encima me quedan lejos.
Espero que pronto podamos dar un pasito adelante. Tocará recordar a quienes no han podido dar el siguiente paso. A los que nos han ayudado a poder levantar las bufandas al aire para gritar. Y veremos a los de siempre como si fueran caras nuevas, como si no nos hubiéramos visto nunca y tuviéramos que volver a conocernos. La vuelta será parecida a aquellos nervios del primer día de cole.
Cuando todo esto pase, tendremos que saltar al césped con las ilusiones intactas. Necesitaremos un Víctor Fernández en nuestras vidas, que al igual que levantó al equipo en la crisis de otoño, nos levanté a nosotros tras las derrotas de la vida y nos haga saltar a la vida a ganarlo todo.
En estos tiempos difíciles el Real Zaragoza sigue trabajando. Vemos cada día imágenes de los entrenamientos en casa de los jugadores. Al Capitán apoyando iniciativas solidarias. Y hemos podido revivir el gol de Nayim en La Recopa, el partido entero y gritar el gol como si fuera el que nos dará el ascenso a primera división.
Volverá el fútbol. Volverá la vida. Y vendrán días donde juguemos con más corazón que cabeza. Días donde no saldrán las cosas y las piernas no acompañen. O la cabeza. También habrá días y partidos en los que necesitaremos la suerte del que quiere volver a ser lo que era.
Pero, incluso si perdemos. Incluso si salimos al césped y perdemos, tendremos que pelear muy fuerte porque no existe otra opción que la de levantarse cada vez que caemos. Tropezamos, nos caemos, nos lastimamos, perdemos,… Pero aprovechemos la nueva oportunidad de jugar hasta la victoria.
Volveremos con los nervios de la primera vez. Con la agenda llena de cosas por hacer, de gente a la que ver y saludar, de comidas por compartir, de viajes por hacer, de partidos por ganar. Y las fechas no tendrán importancia, sólo los momentos y la gente. Volver a saludar al compañero de asiento en La Romareda o en el bar. Volver a llamarnos tras un partido para decirnos “es el año”, volver a latir y vibrar con nuestros colores. Y el resultado nos dará igual porque solo querremos disfrutarlo y saber que hemos vuelto.
Volveremos. Y lo haremos con la misma ilusión que entonces.