ZARAGOZA | Fabio Conte estuvo en Palmadas al Viento, en una conversación muy especial.
Por mucho que vistiera otro dorsal, Conte es un enganche puro, un 10 de los de siempre. En sus últimas páginas dejó la mejor frase de este cuento. Con alma napoletana y corazón zaragocista, puso en pie La Romareda en el playoff ante el Pontevedra.
Acaba de decirle adiós al equipo de su vida, pero su mirada se iluminará siempre al hablar del Real Zaragoza.
¿Cómo ha sido la última semana, los días después de tu marcha?
Han sido semanas complicadas, pero se han convertido en días llenos de orgullo. Y lo han sido por todos los mensajes que he recibido, por todas esas personas que se han acordado de mí después de esta decisión que he tenido que tomar. Me hace mirar hacia atrás con felicidad, con orgullo, por todo lo que he vivido aquí.
12 años en La Ciudad Deportiva, llenos de imágenes y de experiencias, ¿cómo se le dice adiós al equipo de tu vida?
Es muy difícil. Son 12 años de aprendizaje, en mi casa. Fue una elección muy difícil. Creía que era el momento adecuado, que había acabado un poco el ciclo. Había dado mucho al club y el Zaragoza me había dado todavía más a mí.
¿Quién eligió ese camino?
Fue una decisión que yo tomé, nada fácil. Siento que mi proyección en el club estaba limitada hacia el primer equipo, el Zaragoza había apostado por otros jugadores por delante de mí. Pensé que el adiós tenía que llegar o ahora o el año que viene. Y creo que este era el momento. Seguir otro año en el filial podía atascar mi desarrollo como futbolista. Considero que fue una decisión valiente.
¿Con quién llevaste esa negociación?
La figura de Juan Carlos Cordero siempre está, pero sobre todo lo traté con Ramón Lozano, que lleva la voz cantante en los temas de cantera. Le dije a mi agente lo que sentía. Económicamente no le iba a pedir ningún céntimo al club, pero lo que buscaba era una progresión hacia el primer equipo, una pretemporada con ellos. Quería mostrarme y esas características y esas situaciones no se dieron, así que tuve que tomar la decisión.
Has dicho que nunca vas a poder devolverle al Real Zaragoza todo lo que te ha dado, pero ¿podría haber hecho el club algo más para que te quedaras?
No sé qué contestarte. No lo tengo claro. Lo bonito de este deporte y lo que le hace muy distinto a los demás es lo subjetivo que es. Un mismo jugador puede ser un sobresaliente o un suspenso para dos personas diferentes. Creo que el Zaragoza está liderado por profesionales absolutos, preparadísimos, que intentan acertar en todas sus decisiones. No tengo nada que reprocharle al club. Solo tengo agradecimiento.
Hace solo unos meses firmaste en La Romareda ante el Pontevedra uno de los mejores partidos de tu vida, una imagen que recordarás siempre…
Fue el día más feliz de mi vida. Fue un momento increíble: jugaba en La Romareda, en mi estadio, ante el Pontevedra, en un playoff. Tuve la suerte y la fortuna de marcar. Era algo que siempre había soñado. Me acordaré siempre con mucha felicidad.
Según nos han contado, ese momento lo anticipaste entre bastidores. Lo hiciste durante la semana y también en la banda antes de entrar a jugar…
Fue una semana difícil para mí. Llegué a esa fase de la temporada en un gran punto de forma, me sentía muy bien. Venía de hacer tres goles en los últimos dos partidos. Había sido importante en ese tramo, con varias titularidades y haciendo muy buenos partidos. Fue una semana extraña porque había muchos jugadores que estaban con el primer equipo, que iban bajando de forma progresiva. Durante esos días empecé a intuir que me podía caer del once. Sospechaba que podía ser una de mis últimas oportunidades. Fue difícil, pero acabó de la mejor forma. Tuve una charla con Emilio Larraz en la que me daba ánimos y me decía que iba a saltar a La Romareda. Y yo, con un punto de fe, le dije que iba a marcar y así sucedió.
También el gol es un acto de fe. Rescataste al equipo nada más entrar, con un gesto para levantar a la grada y un gol que llegó más tarde…
En ese momento lo estábamos pasando mal. Sabíamos que el Pontevedra era un equipazo. Al poco de entrar tuve la suerte de provocar el córner. Fue una jugada en la que Pau Sans buscó la portería y yo rematé en el segundo palo. Es una acción que durante todo el año había ensayado: siempre aparecía en ese lugar. Todos las temporadas en el fútbol base hacía goles desde ahí. Es una zona que sirve para hacer la portería grande. Si cae el balón ahí, es muy fácil marcar. Durante todo el año había ido a ese lugar y no había caído ninguna. Justo cuando estaba calentando, llegó un córner muy parecido y pensé “joder, justo cae cuando yo no estoy para aparecer en ese lugar”. Entré, tocó Pau y la acción se volvió a repetir para que yo marcara.
¿Cuál ha sido la clave de este Deportivo Aragón?
Ha sido un año espectacular a nivel deportivo y sobre todo a nivel humano. Irrepetible. Teníamos una relación magnífica entre todos los futbolistas, era algo inexplicable. La sensación de unidad, de ir todos a lo mismo. Creo que con todas nuestras armas disponibles podíamos haber acabado algo mejor. Pero ha sido, al fin y al cabo, un año magnífico.
Al inicio te preguntábamos cómo se le dice adiós al equipo de tu vida, ¿quizá diciendo solo hasta luego?
Ojalá. Tenía dos sueños. Uno era ser futbolista del Real Zaragoza y otro era ser futbolista profesional. A veces no son compatibles. Voy a intentar ser futbolista por otro camino, ojalá en el futuro los pueda volver a juntar.
¿Cómo defines el Zaragoza y lo que significa para ti?
Es mi vida. Aparte de formarme futbolísticamente, me ha formado como persona. A mí me han educado mis padres, mi familia, mi entorno y, sobre todo, me ha educado el Real Zaragoza.