La bandera de Aragón vuelve a ondear en la cota más alta del sector Panticosa de la estación de Aramón-Formigal. En la cabecera de la pista Valle de Tena, el miércoles fue izada la enseña, marca de identidad en este centro invernal que tiene uno de los descensos más prolongados de las estaciones de alpino del Pirineo.
Son 1.100 metros de desnivel. Un descenso de puro lujo. La pista Valle de Tena abre el viaje que acaba en Panticosa pueblo gracias a la pista Estrimal. Una bajada que por sí sola merece la visita a una de las estaciones de esquí más coquetas del Pirineo. Un descenso tan exigente como uno quiera y que debido a que arranca desde una pista negra ya requiere de por sí un cierto nivel sobre las tablas. El primer muro impone. Con buena nieve, como ahora, no hay problema en su gestión. Eso sí, hay que insistir en que hay que tener cierto nivel sobre los esquís para que nadie se lleve a engaño.
El pasado miércoles, Marcos Armesto, entrenador del Panticosa Esquí Club, izó allí, en el pico Cuartalé, la bandera de Aragón. Es una tradición coronar la cota más alta de este centro invernal con la enseña de la Comunidad Autónoma. Los fuertes vientos, las borrascas, castigan ese punto y suele desaparecer. Ahora es de esperar que los coletazos de ‘Gisele’ no le afecten y se mantenga en lo que queda de temporada. Sin duda, una referencia para quienes se aventuren en ese descenso de 1.100 metros. Es el faro. Aquello coloquial de “desde allí hasta abajo”.
Tras la pista Valle de Tena que arranca a 2.220 metros de altitud podemos conectar, tras un breve paso por una pista de color azul, con la roja de Mandilar o si tenemos un alto nivel ir por un fuera pistas, aunque lo más seguro y placentero es ir por una superficie ‘trabajada’ amplia que servirá para descansar del descenso de la Valle de Tena. Lo bueno de esta bajada es, también, la variedad. Según nuestro nivel de esquí podemos optar por ir por dentro o por fuera de pistas. El último tramo nos enlaza con la zona de Selva Verde, una que desemboca en Estrimal, una pista que cambió la concepción de Panticosa. A 1.500 metros de altitud empieza el último descenso donde las piernas juegan un papel importante. Puede ser cómodo si has llegado de forma equilibrado o durito si has decidido meterte ‘tralla’. Lo que no cabe duda es que la pista, con bosque a ambos lados y la vista de un pueblo de verdad al fondo provoca una sensación distinta en el esquiador acostumbrado a espacios más artificiales.
Quitarte las tablas nada más cruzar el pequeño puente y echar la mirada arriba es algo único. 1.100 metros de desnivel completados y de tirón. Una auténtica gozada. A partir de allí la elección: otra vez al ‘tiovivo’ o a por un buen vermut.