Frisa los 50 años y ha hecho del windsurf una parte importante de su vida deportiva. Rafael de la Figuera von Wichman participó el pasado mes de noviembre en la Copa del Mundo de Windfoil que se celebró en las Azores (Portugal). Su campo base es Banariés, pedanía de Huesca capital. El viento es su oxígeno, el agua su pasión, La Sotonera su patio de recreo.
Paladea la aventura y sus ojos claros se iluminan más cuando muestra su tabla y explica de forma gráfica el I+D que le permite navegar por encima de las olas. En el jardín de su casa de Banariés, una pedanía de Huesca capital, Rafael de la Figuera enrosca sus palabras con la pasión de quien vive el deporte a plenitud. En su caso el windfoil. Buena parte de la historia está marcada por lobos de mar que crecieron lejos de las costas. Por eso no son extraños los navegantes de interior. Nacido en Zaragoza, licenciado en Inef, traductor de inglés, con una vida donde el trail y los viajes mochileros van cosidos a su ADN, de la Figuera, fue uno de los tres españoles que el pasado mes de noviembre participó en el primer Campeonato del Mundo de Windfoil celebrado en las Azores. Los otros dos fueron Fernando Martínez del Cerro, referente nacional del windsurf y múltiple campeón de España, y Marina Alabau, medalla de oro en Londres 2012. Pero ¿qué es el windfoil? Básicamente, el windsurf con la peculiaridad de volar por encima de las olas.
En las provincias de interior, la práctica del windfoil es mucho más que una anécdota gracias a los embalses. En Huesca, La Sotonera; en el conjunto de Aragón, La Loteta. Son dos paraísos de agua y viento. “Para nosotros, el viento es el oxígeno, la sangre. Los días que hay viento nos ponemos nerviosos, vemos cuándo nos podemos escapar para ir a navegar”, atornilla de la Figuera. La Sotonera tiene muchos años de historia cosida a la navegación a vela. Reune muy buenas condiciones de viento. El cierzo entra muy bien y para el windfoil es sensacional.
Esta modalidad deportiva es una revolución radical en el mundo de la vela. El salto tecnológico en los dos últimos años ha sido tremendo. Un avance a nivel recreativo y competitivo. Es muy eficiente con poco viento, puedes navegar con velas más pequeñas “y las sensaciones son indescriptibles”, recalca Rafa de la Figuera que desliza sus palabras con una cara expresiva para contagiar el imparable avance deportivo que supone el windfoil y que va a tener su máxima expresión en los próximos Juegos Olímpicos donde la clase RS:X pasará a ser la RS:X Convertible. “La gran diferencia con el windsurf clásico es que a la velocidad que llevas sobre la tabla le añades el factor del vuelo”, explica. Eso sí, el requisito mínimo es algo más que defenderte en la práctica del windsurf. Para él, las Olimpiadas siquiera son un sueño, aunque quien tiene alma competitiva desearía estar allí, poniendo en el campo de regatas la proa con los mejores.
El vuelo es magia. Y también silencio. Con el foil, cuando coges velocidad y levitas con la tabla “no oyes nada. Esto es algo más que adictivo. Es como navegar en tres dimensiones”, apostilla. En Aragón, la referencia de este deporte es La Loteta de Zaragoza. Donde se juntan deportistas de muchas comunidades de interior y también de costa cuando las condiciones para navegar en el mar no son las propicias. “La Loteta es el culpable de que La Sotonera se vacíe. Antes era la referencia y ahora estamos muy pocos”, apostilla.
Se queda en su pequeño despacho, trabajando en sus cosas, concentrado en su trabajo, pero siempre con la mirada en el horizonte a la espera de ese viento que le permita sacar su vela y navegar en silencio con la sierra de Guara al fondo.