Ataviados con la bata de hospital, semblante serio y cara de esperar acontecimientos, andamos la afición azulgrana en este comenzar de mayo. Nuestra SD Huesca está pasando por un momento delicado. Paciente de 59 años, en estado grave, con desaceleración paulatina de las constantes vitales, magullado y herido por los 4 costados, que muestra signos de haber sufrido lo indecible, pero con algunos síntomas reversibles dentro de la gravedad, que no solo quiere seguir soplando velas, sino que se está dejando la piel en el intento.
Se aconseja seguir susurrándole al oído, seguir apoyándole sin desfallecer, seguir acariciando al enfermo. Éste, quizás sea el parte médico actual de la SD Huesca, o quizás, porque yo no soy médico especialista, sea mucho peor y estemos queriendo esconder, lo que el destino ha grabado con fuego. Lo que uno empieza a tener muy claro es que pase lo que pase, la huella dejada en esta experiencia vital, está siendo muy profunda, casi irreversible cual tatuaje en el cuerpo.
“Tener tal grado de convencimiento, no deja de ser la cuchara que sostiene la medicación, el guía que conoce la colina”.
Una afición entregada
Ha llegado hasta tal punto el nivel de fe, que ni cuando uno se mira las probabilidades, muestra signos de abatimiento. Creer no cura enfermedades, pero dignifica la forma de padecerlas y si hubiera algún cobijo por donde escapar, es la mejor terapia para afrontar con valor, lo que puede ser el principio del fin, el seguir caminando de nuevo. Y ante un mal enquistado en el tiempo, que arrastra hacia el precipicio al más duro y valiente de los guerreros, tener tal grado de convencimiento, no deja de ser la cuchara que sostiene la medicación, el guía que conoce la colina.
“Dicho lo cual y agradecido al momento brindado y al futuro venidero, no se me ocurre mejor lugar para la expiración, no se me ocurre mejor momento para el resurgimiento”.
Si a este Huesca se le empieza a detener el reloj de la vida, hay un sequito de seguidores que no les importa apagar el interruptor del tiempo y seguirle hasta el fin de la travesía. En ese dulce y agonizante viaje, hay muchas manos, muchos sentimientos, orgullo y un ramillete de ilusión.
En busca del domingo de resurreción
Hoy, este Huesca identitario, tiene muchos hombros donde apoyarse, muchas lágrimas sobre quien derramar, porque como diría Sabina, en Huesca empieza a haber suficientes locos para ‘morirme contigo si me matas, y matarme contigo si te mueres’. Preparadas las cosas necesarias para la mortaja, el domingo, otra vez, como tantas y tantas veces esta temporada, El Alcoraz llenará de agradecimiento el velatorio. Porque sí, porque puede darse el caso de que a esas 20:45, lo único que pueda celebrarse, sea el inicio del sepelio. Dicho lo cual y agradecido al momento brindado y al futuro venidero, no se me ocurre mejor lugar para la expiración, no se me ocurre mejor momento para el resurgimiento.